RESUMEN

La cultura de la sociedad informacional presenta un particular modo de concepción de las variables esenciales de la vida humana: el espacio y el tiempo (Castells, M. 1999) Esta manera de comprender la dimensión espacio-temporal invita a una relectura de las concepciones augenianas de espacio antropológico y no-lugar y su influencia en las relaciones interpersonales

La vida cotidiana es un espacio de construcción de la subjetividad y la identidad social (Castro, G. 1997) Dicha construcción está condicionada al modo en que se manifiesten aspectos que provienen del entorno social y las características propiamente personales.

En Argentina, desde 1995 en adelante, la incorporación de las tecnologías de información y comunicación (TIC) en los ámbitos laboral y personal permitió observar el comportamiento de las personas frente a las nuevas tecnologías, como así también la influencia de las comunicaciones mediadas por computadoras (CMC) en la subjetividad y la identidad social.

Junto a la redefinición de la dimensión espacio-temporal, la sociedad informacional, desde la mirada psicosocial, coloca a la confianza como un elemento central en la percepción interpersonal. ¿Quién es el otro que se asoma tras la pantalla? ¿Cuál será su verdadera identidad? ¿Es preciso poner en juego mi identidad? La confianza en la capacidad de los sistemas expertos, como señalara oportunamente Giddens (1995), supera lo afectivo y lleva a reconocer en el otro la posesión de una formación cognoscitiva particular para el desarrollo de determinadas actividades como así también a no percibir como aversivas las herramientas tecnológicas incorporadas en la vida diaria.

ACTORS AND ENCOUNTER/MEETING SETTINGS IN REAL SOCIETY

ABSTRACT

The culture of information society regards the essential variables of human life: space and time, in a particular way (Castells, M. 1999). This way of understanding spatio-temporal dimension invites us to reread the anthropological space and no-place “augenianas” conception and its influence in interpersonal relations.

Daily life is a space where subjectivity and social identity are constructed (Castro G. 1997). This construction is conditioned by the way aspects from the social environment and personal characteristics are manifested.

In Argentina, from 1995 forward, the incorporation of information and communication technologies (ICT) in working and personal environments allowed us to observe the behavior people faced with technology as well as the computer mediated communication (CMC) in subjectivity and social identity.

Together with the redefinition of the spatio-temporal dimension, information society, from a psychosocial view, place confidence as a central element in interpersonal perception. Who is the other on the other side of the screen? Which is his/her real identity? Is it necessary to reveal my identity? Confidence in expert system capacity, as Giddens pointed out (1995), exceeds the affective and allows us to recognize in the other, the possession of a particular cognitive formation to develop certain activities as well as not to perceive as averse the technological tools incorporated in daily life.

Introducción

Las primeras luces del día comenzaban a insinuarse tras la cortina de la ventana que daba al jardín. Extendió su cuerpo adolescente en la silla ergonómica buscando aliviar algunas tensiones producidas por las horas pasadas frente al monitor. Había quedado atrás en el tiempo la costumbre de encontrarse noche tras noche con amigos que, desde lugares geográficos diferentes, se reunían en el chat. En las últimas semanas había conocido a una estudiante venezolana y por primera vez no sentía la compulsión de estar conectado durante horas interminables como en sus romances virtuales anteriores. Sus amigos decían socarronamente, que el cambio obedecía a que ya estaba viejo a los 20 años, mientras él reconocía que para comprar la web cámara no era suficiente la mensualidad que le daban sus padres y por eso cada mañana debía cumplir con su oficio de paseador de perros. La venezolana vale el esfuerzo, se dijo mientras apagaba la computadora y se dirigió a su cuarto para dormir un par de horas antes que lo despertaran los ansiosos ladridos que integraban su realidad laboral.

Mientras se lavaba los dientes en el baño, ella sintió que su cuerpo le reclamaba un descanso, pero recién comenzaba el segundo semestre en la universidad y las actividades no disminuían. Luego se asomó por el cuarto de su hijo y aunque éste dormía hizo un gesto de fastidio pensando que el joven nuevamente había estado toda la noche chateando con sus amigos. Algunos decían que esa conducta era el resultado del divorcio, pero ella no podía cargar con esas culpas, como decía su psicóloga. En más de una ocasión pensó que cortar la conexión a Internet sería la solución para evitar la adicción de su hijo, quien para demostrarle que sólo recurría a la web por diversión, hasta había resuelto iniciar su trabajo de paseador, disminuyendo de ese modo la duración que dedicaba a sus conexiones internaúticas. Al mismo tiempo que preparaba el desayuno se dirigió hasta la biblioteca y prendió la computadora, luego bajó sus mensajes: una colega le recordaba la reunión durante la mañana; la becaria le enviaba el avance de la investigación; de la agencia de viajes le confirmaban la reserva del vuelo para el congreso; su amiga desde Madrid le contaba, en medio de las nostalgias por el país, el inicio de una nueva relación sentimental y un colega muy especial le indicaba el nombre del hotel en el que se alojaría durante el próximo congreso. Una hora después despertó a su hijo y se asomó al mundo con sus actividades habituales.

En los últimos años jóvenes y adultos han incorporado las herramientas informáticas en su vida cotidiana. La diversión y el trabajo hallaron en las tecnologías de la sociedad de la información (TSI) un medio apropiado para facilitar la comunicación entre amigos y colegas más allá del espacio geográfico de su residencia habitual. La incorporación de estas herramientas en las prácticas laborales y las actividades personales resulta de interés para el estudio de los cientistas sociales. La cultura de la sociedad de la información conduce a repensar algunas categorías teóricas, entre ellas la que corresponde a la noción de espacio antropológico y su incidencia en la construcción de la subjetividad y la identidad social.

En este trabajo se realiza un análisis de determinadas herramientas teóricas y su vinculación con la incorporación de las tecnologías de la sociedad de la información. Junto a la referencia acerca del uso de esas tecnologías en el ámbito universitario, se propone un nuevo modo de comprender la noción de espacio y su influencia en las relaciones interpersonales que se establecen en el ciberespacio.

El espacio globalizado

Todo hombre al nacer se incorpora a un mundo que preexiste a su existencia. Sin embargo, a través de los años, cada uno va adquiriendo y desarrollando el perfil de su identidad personal. Junto a este aspecto de la personalidad se irán sumando los modos y el sentido de actuar que, originados en las instituciones dominantes, las personas incorporan como propios y actúan en consecuencia a ellos, expresando de este modo la identidad social. Ambos aspectos precisan un espacio común para su construcción. La vida cotidiana es el espacio que, siendo atravesado por variables internas y externas a la persona, permite la construcción de los aspectos centrales de la cotidianidad: la subjetividad y la identidad social (Castro, G; 1997). La expresión de la cotidianidad se objetiva en los siguientes ámbitos de la heterogeneidad: a) familiar; b) laboral; c) sociedad civil; d) cultural; e) personal. Este espacio se caracteriza por el dinamismo y la re-creación en su construcción y desarrollo. Por consiguiente, toda modificación o alteración en las condiciones del mundo externo puede producir una desestructuración en el desarrollo de la vida cotidiana. Ante ese desequilibrio las respuestas de las personas pueden ser disímiles y condicionadas por las características de la subjetividad, las necesidades y las demandas de la identidad social.

La vida humana puede asociarse a un sistema dinámico abierto, con ingresos y egresos de información que provienen desde lo biológico, lo cultural, lo emocional y lo social. La interdependencia de estos elementos aporta a la complejidad del sistema, que de modo similar a los procesos de la física y planteados por la teoría de la termodinámica (Prigogine, 1993), es un sistema que no presenta equilibrio en su funcionamiento aunque cuenta con la posibilidad de autoorganización. Esto implica que frente a las modificaciones del mundo externo –políticas, económicas, sociales, culturales- la vida cotidiana de cada hombre puede enfrentarse a momentos de desequilibrio o desestructuración. Cada persona, en función de su historia y sus circunstancias, buscará el modo de encontrar una reorganización en ese sistema abierto y dinámico que es la vida cotidiana.

En la evolución humana hay dos aspectos esenciales para su desarrollo: el espacio y el tiempo. Desde la literatura, la economía y hasta la propia vida privada de los hombres y el devenir de las sociedades, la noción de tiempo estuvo estableciendo modos de existir. En las sociedades medievales se tomaban en consideración aspectos externos, como el inicio de las estaciones o las cosechas, para asociarlos con el desarrollo del tiempo.

Cornelius Castoriadis (1993) afirmó que en la institución del mundo y de la sociedad, el tiempo es siempre un componente esencial. El tiempo pertenece a todo sujeto y es una forma de autodespliegue de todo ser para sí.

Desde la antropología Marc Augé ha estudiado la incidencia del espacio en la construcción de la identidad: “El dispositivo espacial es a la vez lo que expresa la identidad del grupo (los orígenes del grupo son a menudo diversos, pero es la identidad del lugar la que lo funda, lo reúne y lo une) y es lo que el grupo debe defender contra las amenazas externas e internas para que el lenguaje de la identidad conserve su sentido” (Augé, M: 1993). El lugar antropológico es la construcción concreta y simbólica que permite dar cuenta de la propia identidad, de allí que cuente con tres rasgos: ser identificatorios, relacionales e históricos. Desde la perspectiva augeniana se puede hablar de: a) itinerarios o caminos que conducen de un lugar a otro; b) encrucijadas o lugares donde los hombres se cruzan, se encuentran y se reúnen; c) centros que definen espacios y fronteras, que a su vez determinan otros centros.

A partir de la década de 1970, como consecuencia de los cambios producidos en la realidad social, comenzaron a advertirse espacios de anonimato por los cuales la gente circula y construye su cotidianidad. Marc Augé denomina no-lugar a esos espacios que no pueden definirse ni como espacios de identidad, ni relacional ni histórico. Estos espacios de anonimato designan dos realidades: a) los espacios constituidos con relación a ciertos fines (transporte, comercio, etc); b) la relación que las personas mantienen con esos espacios.

En su estudio acerca de los no lugares que produce la sobremodernidad, Marc Augé hace referencia al papel que desempeñan las palabras como elemento de mediación entre la persona y el espacio: “Ciertos lugares no existen sino por las palabras que los evocan, no lugares en este sentido o más bien lugares imaginarios, utopías triviales, clisés” (Augé, M: 1993). En estos espacios las palabras establecen la vinculación con el lugar, las personas no interactúan sino a través de los textos que se asoman como enunciadores de instituciones o de otras organizaciones que se hallan en el espacio urbano.

Desde la perspectiva helleriana, el espacio al igual que la noción de tiempo, es antropocéntrico. En su centro siempre está un hombre que vive su cotidianidad. Frente a las circunstancias externas que impactan en la vida cotidiana de los hombres, la noción de espacio también se va modificando. La cultura se asocia al espacio y al tiempo otorgando nuevos modos para la comprensión de ambas dimensiones.

Agnes Heller (1996) afirma que “Los hombres modernos comienzan a experimentar su contingencia social como el signo de interrogación que ahora reemplaza la espacialidad fija (país, ciudad, rango) de su destino señalado. El futuro es abierto como espacio indeterminado”. Numerosas personas, por razones profesionales o laborales, comienzan a vivir en un lugar abstracto de ninguna parte y de todas partes, y sus experiencias sensoriales también son abstractas.

Los cambios socioculturales de las últimas décadas van planteando una deconstrucción del término hogar, por cuanto ya no sólo es posible participar de la cultura de un lugar determinado. Los hombres pueden participar de la cultura de un tiempo: la cultura del presente absoluto. Esta situación también puede incluir una paradoja que incide en la construcción de la vida cotidiana. Se puede participar de un tiempo particular compartido por otros lugares pero añorar el espacio de los afectos. Agnes Heller en su texto “¿Dónde estamos en casa?” (1996) expresa “mi hogar está donde vive mi gato” y agrega más adelante a modo de explicación de la frase: “Vivir ufano en el mundo insensibilizado del presente absoluto y echar de menos el calor animal del cuerpo, de la manada”

La vida social moderna se caracteriza por procesos profundos de reorganización del tiempo y el espacio los que se ligan a la expansión de mecanismos de desenclave. La categoría de desenclave identifica a los mecanismos que liberan las relaciones de su fijación a unas circunstancias locales, específicas, recombinándolas a lo largo de grandes distancias espaciotemporales. La reorganización de tiempo y espacio, además de los mecanismos de desenclave, radicalizan y universalizan los rasgos institucionales preestablecidos de la modernidad; sirven además para transformar el contenido y naturaleza de la vida social moderna (Giddens, A. 1994)

La cultura de la sociedad de la información muestra que las relaciones sociales se despegan de sus ámbitos de interacción locales y plantea una re-interpretación de la noción de lugar antropológico que supere un límite territorial determinado. En la última década, los nuevos recursos tecnológicos han incorporado otras características en las prácticas sociales, y el espacio al superar el enclave geográfico, también afecta las relaciones interpersonales, tornándolas más impersonales o más intimistas. En cuanto al tiempo, tanto el pasado como el presente y el futuro, pueden reprogramarse e interactuar mutuamente. De esta manera los cimientos materiales de la nueva cultura se basan en el espacio de los flujos y el tiempo atemporal (Castells, M. 1999)

“En la actualidad, todos vivimos en movimiento”, afirma Zygmunt Bauman (1999; 103), sin embargo como el propio autor lo analiza, esa vivencia no implica desconocer la situación socioeconómica de cada persona: aquellos que mudan de lugar por razones profesionales o de trabajo y para quienes el espacio no implica límites por cuanto es posible recorrer las distancias sin dificultades y atravesar fácilmente el mundo real y el virtual; los otros, en cambio, viven en el espacio, “impedidos de desplazarse y por ello deben soportar los cambios que sufra la localidad a la cual están atados” (Bauman, Z: 1999; 116)

En Argentina la crisis socioeconómica se refleja en el aumento de los índices de desocupación y como una consecuencia de ello, también crece la pobreza causando serios problemas en la alimentación y la salud, como también en el acceso a la educación y en la construcción de las acciones propias del empoderamiento. Sin embargo, junto a esta situación que ha obligado a muchos argentinos a disminuir sus gastos, es posible observar sectores sociales para quienes el uso de las herramientas que provee el entorno de Internet continúa siendo un apreciado servicio de comunicación. La consultora Carrier y Asociados (Clarín, 18-09-2002) demostró que junto a la televisión paga, Internet es el servicio de comunicación más valorado, variando su preferencia de acuerdo al nivel socioeconómico del usuario. Se estima que en Argentina 3.5 millones de personas se conectan a Internet desde sus hogares u oficinas, o sea que el 10 % de la población utiliza Internet, aunque el número puede aumentar frente a la cantidad de usuarios que recurren a los cibercafés.

En este trabajo se busca analizar algunos aspectos psicosociales que presenta ese segmento poblacional que ha incorporado la web en su vida cotidiana. La incorporación de las tecnologías de información y comunicación (TIC) ¿afectan la construcción de las relaciones interpersonales?¿la identidad social de los usuarios favorece o dificulta el desarrollo de la confianza a través de la pantalla? ¿se amplían los límites del espacio antropológico?

La confianza y el otro

La comunicación mediada por computadoras (CMC) plantea nuevos modos de relación que inciden en la forma que las personas sienten y piensan, como así también en la construcción de la vida cotidiana. En cuanto a los modos de relación se señalan dos instancias: a) la relación de la persona con su computadora y con las redes sostenidas por la tecnología informática; b) las relaciones interpersonales. (Turkley, S. 1997)

Ya sea que se trate de una relación interpersonal o una red de relaciones colectivas, con características intimistas, profesionales, comerciales o políticas, siempre están los actores sociales que asumirán el rol de emisor o receptor en el proceso comunicacional de acuerdo a las circunstancias. «El otro» es una presencia que puede generar incertidumbre y para poder establecer una relación de confianza se debe comenzar por entregarla uno mismo.

Las relaciones sociales que se instauran en las instituciones de la modernidad reclaman la confianza como mediación esencial. Para confiar en el otro se debe partir de lograr la confianza individual que se origina en el sentimiento de confianza básica; ésta es la condición primordial para la elaboración de la identidad del yo y de la identidad de las demás personas. Desde la teoría ericksoniana del desarrollo psicosocial, la confianza constituye el primer estadio en el proceso de construcción de la organización del espacio y el tiempo.

Para un acercamiento al estudio psicosocial de la cultura de la sociedad informacional, se define a la confianza como la actitud de un individuo o grupo que permite establecer vinculaciones sociales sin que la ausencia física del interlocutor genere angustia o temor. Cada uno de los participantes del vínculo social, a partir de las propias características de personalidad, influye y es influido por el comportamiento del otro.

El mundo de la vida cotidiana no es un mundo privado; desde el comienzo es un mundo intersubjetivo, compartido con los semejantes. Si el hombre sólo existe en y por la sociedad y ésta es una construcción, también la identidad social de cada hombre resultará de una construcción social. La identidad social comprende los modos de responder y actuar que se construyen a partir de las instituciones dominantes y que el individuo incorpora como propios actuando en consecuencia a esos aprendizajes sociales (Castro, G; 2002). Las instituciones dominantes son sistemas abstractos que se objetivan en determinadas organizaciones – familiar; educacional, políticas, religiosas, entre otras- que son atravesadas por normas, valores y representaciones que derivan de ellas y dejan su sello en los modos de actuar y pensar de cada hombre. Estas estructuras internalizadas constituyen el habitus.

La noción de capital social se ha incorporado en el debate de las ciencias sociales. Diversos cientistas (Bourdieu, 1988; Coleman 1990; Putnam, 1993; Woocklock, 1998; Lechner, 2000) coinciden en identificar al capital social con las nociones de confianza y cooperación. En tal sentido la posesión de capital social permitiría compartir información con otros, disminuyendo al mismo tiempo la incertidumbre que puede ocasionar la presencia del otro. Permite reforzar la cooperación y fomentar la toma de decisiones colectivas procurando de esta forma que se compartan, también, los resultados de modo equitativo entre todos los participantes del grupo de trabajo.

El capital social es un recurso que resulta de aspectos individuales y organizacionales. Cada uno de ellos aporta aspectos públicos y privados que permiten su construcción. Es un recurso acumulable que va creciendo en la medida que se hace uso de él y se devalúa si no es renovado (Coleman, 1990). Las organizaciones instituidas, entre ellas la Universidad, tienen un papel de importancia en la construcción y desarrollo del capital social. Ellas son el espacio institucional a partir del cual sus actores pueden establecer nuevas relaciones interpersonales, y en ellos es indudable el papel que le corresponde a la identidad social como elemento reforzador de los vínculos sociales.

La ausencia de la presencia física en las relaciones que se construyen a través de la pantalla otorga a la confianza un papel de importancia. ¿Quién es el otro tras la pantalla? ¿Qué seguridad hay que continúe siendo el mismo a través del tiempo que dure la comunicación? Esta situación no sólo se vincula con las relaciones interpersonales que se construyen en las CMC sino que en diversas actividades de la cotidianidad, la incorporación de las actividades que permite el entorno de Internet (e-commerce; tarjetas de débito; pagos electrónicos; controles de migración, etc.) han ido incorporando aquello que, en términos de Giddens (1997) se identificaba como “sistemas expertos”, y desde la perspectiva de Lyon (1995) asume la denominación de “sociedad de la vigilancia”. En ese marco contextual el papel de la confianza es fundamental, pues ante la ausencia corpórea será esta actitud la que permita que se mantenga la relación interpersonal o el vínculo académico o comercial, sin que la ausencia del otro produzca temor o inseguridad.

Internet y los universitarios

Desde los primeros años de la década de 1990 en Argentina, algunos profesionales (ingenieros, graduados en ciencias exactas) utilizaban ciertas herramientas informáticas, como los BBS (Bulletin Board System) que implican la infraestructura más simple y barata para las comunicaciones mediadas por computadoras. El programa no demandaba mayores costos y requería una computadora y un módem para la conexión telefónica. A partir de 1995 cuando se inicia la conexión a Internet en Argentina, fueron los organismos públicos y las universidades quienes, principalmente, incorporaron las tecnologías de información y comunicación ( TIC) en sus prácticas profesionales y laborales.

Durante los años 1999 y 2000 se realizó una investigación (Castro, G; 2002) en la Facultad de Ingeniería y Ciencias Económico-Sociales (FICES/UNSL) ubicada en la ciudad de Villa Mercedes (SL). El informe de la investigación señaló que la Universidad Nacional de San Luis (UNSL) integró el primer grupo de universidades públicas que en 1994 participaron de la implementación de la Red de Interconexión universitaria (RIU) cuya finalidad era facilitar y agilizar las comunicaciones entre las unidades académicas. La FICES se incorporó a la Red en 1997, luego de superar dificultades presupuestarias para la adquisición de equipos tecnológicos y características topográficas del terreno que obstaculizaban la conexión.

Si bien desde el primer momento se utilizaron todos los recursos informáticos (WWW, ftp, e-mail) el uso fue limitado porque la conexión con San Luis era a través del teléfono. Durante la primera etapa, que tenía características de experimentación, los usuarios fueron quienes ya tenían cuenta electrónica en el sistema UUPC, que es un programa de copia que utiliza el sistema operativo UNIX que maneja las interacciones entre los usuarios humanos y los programas de la computadora (Rheingold, H. 1996; 115). A partir de 1997 superada la etapa de experimentación, se fue incrementando la cantidad de usuarios en los tres claustros (docentes, estudiantes y no-docentes)

Como la finalidad de este trabajo es analizar la noción de espacio y su vinculación con las relaciones sociales que se construyen a través de las CMC, se describirá a continuación solamente algunas conclusiones de la investigación ya mencionada y que muestran el papel que les corresponde a elementos psicosociales de los usuarios vinculados con el uso de las herramientas informáticas.

La incorporación de las TIC en la vida universitaria planteó que el lugar antropológico de los universitarios ya no estaría determinado sólo por los límites territoriales de la propia Universidad; tampoco las exigencias académicas, científicas o administrativas, en términos generales, estarían acotadas al límite de la UNSL. Tanto las exigencias como las dificultades de las prácticas de los universitarios serían comunes al colectivo que los identifica en el país y en otros lugares del mundo. La incorporación de las TIC agilizó la vinculación entre universitarios de diversos lugares geográficos, permitiendo que al pensar en el lugar antropológico ya no se circunscribiera sólo al ámbito de la Universidad Nacional de San Luis. Este cambio sociocultural tuvo impactos en la construcción de la subjetividad de los usuarios, como así también en la identidad social. Aunque no fue un objetivo de la investigación profundizar en el ámbito personal de los universitarios, la incorporación al análisis de la categoría de vida cotidiana permitió contar con elementos que describían la subjetividad de los usuarios: la confianza para mostrarse a través de la pantalla sin temor, permitió construir relaciones interpersonales con márgenes de certidumbre que redujeran posibles tensiones ante la ausencia física del otro. Es probable que frente a la posibilidad de reconocer la identidad social del interlocutor, ya fuese por conocimientos personales previos en congresos u otras actividades académicas, o por la identificación laboral que permitía la inclusión del nombre del proveedor del servicio en la dirección electrónica, la comunicación a través de la pantalla no generara mayores niveles de incertidumbre pues se compartían intereses profesionales y códigos discursivos comunes.

Las características de cada uno de estos ejes de la vida cotidiana –la subjetividad y la identidad social- puede facilitar u obstaculizar la incorporación de las TIC en las prácticas universitarias. En la investigación se comprobó que los primeros usuarios de la FICES tenían como características comunes haber participado en tareas de conducción o ser investigadores. Ambas actividades presuponen poseer determinadas características psicosociales: contar con un capital cultural que posibilita el manejo de cierta información científico-tecnológica; un capital social previo que aporta vinculaciones que refuerzan la construcción de relaciones en la Red y un habitus con actitudes favorables hacia la innovación. Así mismo y estrechamente relacionado con el capital social, los primeros usuarios habían desarrollado una actitud de confianza hacia el otro que se asomaba tras la pantalla- ya fuese por compartir intereses académicos, haber realizado de modo conjunto actividades profesionales- y de este modo podían desarrollar estrategias de cooperación mutua. Es indudable que estas dos actitudes- la confianza y la cooperación- están íntimamente vinculadas con las características de la subjetividad y el desarrollo de la identidad social de cada usuario.

Conclusiones

La vida humana puede asimilarse a un sistema abierto con inputs y outputs que hacen a la esencia de este tipo de sistemas. Los estímulos que ingresan provienen desde lo biológico, lo social, emocional y cultural, conformando lo que en términos de Lemke (1993) sería un modelo ecosocial, que permite observar la interdependencia entre los elementos que lo integran. Otra característica de los sistemas abiertos se refiere al equilibrio relativo entre los elementos: el pasaje del desequilibrio a la búsqueda del equilibrio, para regresar en algún momento al primero y luego volver a buscar al estado que lo precedió. El caos que produce el desequilibrio puede interpretarse, coincidiendo con la teoría prigoginiana, como la posibilidad de recrear el funcionamiento equilibrado del sistema. El caos no es la destrucción del sistema sino re-creación del mismo.

De modo análogo a las afirmaciones teóricas de Prigogine (1993) y Lemke en cuanto al modo de funcionamiento de los sistemas abiertos, es posible interpretar el impacto de las herramientas que provee el entorno de Internet en la vida cotidiana. Desde lo macrosocial la sociedad red plantea desafíos en la formación de nuevas identidades, pero el poder ya no se concentra en las instituciones dominantes tradicionales (Estado, empresas capitalistas, iglesias, medios de comunicación). El poder en la sociedad red, afirma Manuel Castells (1998) “reside en los códigos de información y en las imágenes de representación en torno a los cuales las sociedades organizan sus instituciones y la gente construye sus vidas y decide su conducta. La sede de este poder es la mente de la gente”.

Una herramienta teórica para observar la influencia de las TIC en los microespacios sociales es la inclusión de la vida cotidiana como categoría de análisis. Los dos elementos que se construyen en esa esfera –la subjetividad y la identidad social- se hallan estrechamente vinculados con aspectos psicosociales: percepción interpersonal, actitudes, habitus y campos sociales.

A partir de la investigación efectuada en el ámbito universitario (Castro, G; 2002) se observó que la identidad social de los usuarios influye favorablemente en el establecimiento de relaciones interpersonales a través de la pantalla, permitiendo que se reduzca la incertidumbre que puede generar la ausencia física del interlocutor. Si bien hay estudios (Wallace, P. 2001; Turkle, S. 1997) que muestran casos en los cuales el usuario de Internet puede recurrir al uso de identidades múltiples sin que necesariamente implique conflictos emocionales y sí mucho de juego en la comunicación, en la investigación efectuada en la universidad sanluiseña no se observaron casos relevantes que manifestaran recurrencia a identidades múltiples en las comunicaciones mediadas por computadoras. La identidad social de los interlocutores fue el elemento que favoreció el vínculo. Esta afirmación permite incorporar otros aspectos en el análisis: la actitud de los usuarios frente al cambio tecnológico y la posesión de determinados capitales culturales y sociales. Castells afirmó que “La tecnología no determina la sociedad: la plasma. Pero tampoco la sociedad determina la innovación tecnológica: la utiliza (1999; 31). De allí la necesidad de superar actitudes temerosas frente a los cambios que pueden plantear obstáculos para el desarrollo. Para cambiar la dirección de una actitud no basta sólo la voluntad. La información que cada persona puede obtener acerca del objeto actitudinal es un factor que influye en el cambio; la posesión de determinados capitales culturales favorece el acceso a nuevos aprendizajes y disminuye la inseguridad frente a nuevas situaciones.

Desde el punto de vista psicosocial la ausencia física de los actores que se encuentran en el ciberespacio, es un fuerte condicionante para la construcción de las relaciones interpersonales. Las palabras adquieren protagonismo en el escenario virtual al mediar entre los interlocutores, ya sea a través de discursos académicos o informales, como la recurrencia a signos o los clásicos emoticones.

Al estudiar la influencia del espacio en la construcción de la identidad, Marc Augé (1993) definió dos características que podía asumir dicho espacio: a) el lugar antropológico; b) no- lugares. El primero posee tres rasgos: identificatorio, relacional e histórico, mientras al segundo lo distingue el anonimato de los actores y son las palabras quienes permiten la mediación entre la persona y el espacio. Las tecnologías de la sociedad de la información (TSI) requieren una re-lectura de la concepción augeniana del espacio. Los escenarios de encuentro entre los actores pueden superar límites geográficos, y la mundialización de la cultura y la interconexión de los medios de comunicación, permiten a las personas no sólo compartir historias sino también sentir en su propia vida cotidiana la influencia de situaciones que pueden haber tenido su origen en el otro extremo del planeta, representada esta situación en la ya clásica metáfora de la mariposa. A modo de ejemplo pueden mencionarse los movimientos globalifóbicos que se vienen sucediendo en distintas ciudades del mundo, tanto en los países desarrollados como en los subdesarrollados; el atentado a las torres gemelas en New York y las posteriores amenazas del gobierno de Bush que colocaron en alerta a todo el planeta. Esta desestructuración incluye motivos políticos, económicos y sociales que han impactado también en los microespacios sociales superando el espacio geográfico donde se originaron.

En el nuevo siglo los lugares de encuentro no necesariamente reclaman un face-to- face. El ciberespacio instaura escenarios donde la ausencia física no es impedimento para construir relaciones sociales. De presentarse como un aparente no-lugar – desde la mirada augeniana- el ciberespacio va asumiendo características de lugar antropológico: los actores se identifican a partir de la posesión de historias y perfiles comunes, superando barreras de límites geográficos y aún generacionales. Así mismo y retomando otros detalles de la perspectiva augeniana relacionados con los lugares antropológicos – itinerarios, encrucijadas y centros- es posible establecer su traslado al ciberespacio identificándolo como un nuevo escenario que permite el encuentro entre los actores. En ese nuevo lugar antropológico, y sólo como un posible ejemplo que permita percibir los modos de asimilar la concepción teórica de Augé a los escenarios que se construyen en el ciberespacio, los itinerarios pueden asociarse a los caminos que propone el hipertexto; las encrucijadas al chat o el e-mail y los centros a los portales o las home page institucionales.

La cultura de la sociedad informacional plantea nuevas áreas de estudio para los cientistas sociales; algunas herramientas teóricas precisan ser re-pensadas a la luz de los nuevos paradigmas para acercarse al estudio del desarrollo de la subjetividad y la construcción de la identidad social ante la incorporación de tecnologías que impactan en las prácticas profesionales y actividades personales diarias.

Es indudable que en las actuales situaciones de crisis que soportan los países subdesarrollados como Argentina, el acceso a los nuevos escenarios de encuentro que proponen las herramientas del entorno de Internet, no facilita el ingreso masivo de nuevos actores. “La tecnología no es ni buena ni mala, ni tampoco neutral “ (Kranzberg, Melvin, citado por Castells, M. 1999; 92). Por consiguiente, detener el análisis sobre la incorporación de Internet en la vida cotidiana de las personas sólo en aspectos ideológicos puede transformarse en un debate interminable. El análisis no debe negar ese debate pero tampoco reducir el planteo sólo a esa acción. El progreso tecnológico de un país está íntimamente vinculado al desarrollo del conocimiento y los países subdesarrollados o emergentes, no pueden darse el lujo de no invertir en la educación, la ciencia y la tecnología. La inclusión de las TIC en la vida cotidiana puede implicar diversión, pero también vale recordar que su influencia en las prácticas profesionales o laborales es de suma utilidad, tanto para facilitar la actualización de la información como también para construir comunidades o grupos de trabajo vinculados con actividades que permitan el crecimiento de una sociedad en las diversas áreas que la conforman.

En el ciberespacio es posible construir callejuelas de encuentros o bifurcarse hacia el desencuentro. Cada usuario puede asumir el desafío de hallar tras la pantalla otras personas y lograr un crecimiento conjunto, o perderse en una esquina cualquiera entre bits cargados de anonimato y soledad.

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Graciela Castro

Los actores y los escenarios de encuentro en la sociedad actual

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