Lic. Olga Pelayes*

Introducción

Este trabajo forma parte del Proyecto de Investigación “Crisis de la cotidianidad. Relaciones sociales y estrategias conductuales. El caso de Villa Mercedes.” Su actividad comenzó en el año 1998 y está financiado por la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad Nacional de San Luis. Posee dos líneas y el análisis que se presenta corresponde a la Línea “Un peldaño hacia la exclusión: la exclusión social a partir del despido conflictivo[1] en la relación laboral.” Esta línea comienza su desarrollo a partir del año ’98 y se encuentra en la etapa de análisis de las entrevistas.

El marco teórico del que partimos es la reestructuración capitalista de la década del ’70, que en los ’80 hace su impronta como “globalización” o transnacionalización del capital y las repercusiones de las nuevas formas de organización del trabajo en el empleo/desempleo.

La globalización no es integración, sino producción transnacionalizada, y comprende relaciones de diferenciación y jerarquización, por lo que produce exclusión, fragmentación y polarización económico-social.

La crisis del modelo de acumulación, basado en la producción fordista, caracterizado por la producción en serie, fragmentada y masiva, que en conjunto con el abaratamiento de costos y el pleno empleo produjo el consumo masivo, llevó a la reestructuración capitalista que plantea un cambio en la estructura económica mundial. Esta ha sido producto de un cambio sustancial en las relaciones de producción y en la revolución de las fuerzas productivas que ocasionó la Tercera revolución industrial, expresada en las nuevas formas de organización del trabajo y de obtención de plusvalía. El uso de la tecnología combinado con nuevas formas de gerenciamiento ha permitido la producción simultánea y en pequeña escala de productos diferenciados y de calidad, generando un paradigma de producción flexible basado en la polivalencia y multifuncionalidad del trabajador, que permite la reducción de personal y el consumo diferenciado.

Se ha generado, entonces, una reestructuración del proceso productivo, que en nuestro país, trae aparejada una serie de problemáticas socioeconómicas, que se traducen en la flexibilización de los salarios, de las prácticas laborales y de los mercados de trabajo, lo que va llevando de la formalización del trabajo a la infomalización del mismo, que unido a la desregulación significa la mínima existencia de leyes que garanticen derechos.

De esta manera, los cambios en el mercado de trabajo cuyos datos más cruciales son el desempleo, la informalidad, la precariedad y la caída de las remuneraciones colocan a un creciente sector de argentinos en una situación de alta vulnerabilidad.

En síntesis, la nueva reestructuración capitalista ha provocado en las sociedades contemporáneas profundas mutaciones que afectan prácticamente todos los ámbitos de la vida. No podemos ignorar los impactos traumáticos que causan cuestiones como los nuevos paradigmas técnico-económicos, las nuevas formas de organización del empleo, el desempleo masivo y la precariedad laboral, la diversificación de las estructuras familiares, las modificaciones en los sistemas de valores y en los comportamientos individuales y colectivos, los cambios en los sistemas de representación social y política. Estas transformaciones del conjunto del sistema social ha llevado a la transformación en los sistemas de distribución del poder y de las relaciones de autonomía y dependencia entre las clases sociales.

Desde esta perspectiva no podemos acercarnos al problema del desempleo como si fuera simplemente la expresión de un corte coyuntural y reversible por el ciclo económico, sino que la crisis actual expresa una ruptura que afecta no sólo a la sociedad toda sino a los vínculos intrasociales. Esta ruptura ha significado que a las desigualdades estructurales se sume, como las denomina Rosanvallón “las desigualdades dinámicas” que son ante todo “intracategoriales”. De esta manera situaciones diferentes con respecto al empleo o desempleo, dentro de una misma categoría, pueden generar desigualdades considerables en términos de ingreso y patrimonio. (Rosanvallón y Fotoussi- 1997)

Esta fuerte fragmentación irradia un listado interminable de problemáticas, pertinentes y relevantes de estudiar y desarrollar.

LOS CASOS

La estrategia metodológica adoptada en nuestro estudio fue cualitativa y el objetivo exploratorio, siendo la principal fuente de información la guía de entrevistas no estructuradas, realizadas al trabajador despedido.[2] A pesar de que las entrevistas fueron realizadas a hombres y mujeres, en este primer análisis preferimos trabajar con dos casos de mujeres e introducir en el análisis la categoría género, porque son ellas las más desprotegidas socialmente, no sólo en cuanto a su inserción laboral sino también las más vulnerables en el proceso hacia la exclusión económico-social, sobre todo si son jefas de hogar.

A partir de leer y releer las entrevistas, me pareció significativo seleccionar y contrastar dos casos en que las situaciones de vida permiten la construcción de relaciones de género distintas, marcadas, además, por las desigualdades dinámicas, como las denominan Rosanvallon y Fitoussi (1997).

Para el análisis se han tenido en cuenta categorías que permitan mostrar cómo en ambos casos, dos mujeres pertenecientes a la misma clase social, situaciones coyunturales diferentes han llevado a resolver la situación de despido de distinta manera, incluso produciendo en uno de los casos, el paso de una zona de vulnerabilidad económica y social a una situación de exclusión económica y social.

Los casos seleccionados son los de Ana y Nora.

Ana tiene 25 años, es casada, con un hijo de 4 años y espera el segundo. Vive con su esposo y su hijo en una casita construida por ellos. A partir de que fue despedida de la fábrica donde trabajaba, no ha vuelto a trabajar y por el momento no quiere hacerlo. Su marido trabaja en una fábrica desde hace seis años. Ella, cobra seguro de desempleo, aunque solo le restan dos meses para que se le termine.

Su familia de origen está constituida por los padres y cuatro hermanos más. Y si bien la escolaridad de su padre es secundario completo, ninguno de sus hermanos lo terminaron y la menor, ni siquiera lo empezó. Ella dejó cuando cursaba tercer año por razones económicas. Inició un curso de computación, pero por los mismos motivos tampoco pudo concluirlo. Al poco tiempo, de haber dejado la escuela, se juntó con su actual marido.

Nora tiene 30 años, es soltera, vive con su madre, su abuela, 4 hermanos (menores que ella) y con un nene de 11 años, con problemas de salud, que una jueza se lo dio a cargo “porque la madre era de pocos recursos” y en ese tiempo ella tenía trabajo seguro. Desde que fue despedida busca trabajo y no encuentra. De los cuatro hermanos, dos de ellos trabajan.

La familia de Nora está constituida por su abuela, su madre y sus hermanos, ella no conoce a su padre y sus hermanas mayores no se acuerdan de él. Siempre vivieron en la casa de su abuela. De los ocho hermanos, cuatro poseen estudios secundarios, los otros sólo primaria. Tres de ellos están casados y viven en otro lado. A ella, que sólo tiene escolaridad primaria, le hubiera gustado seguir estudiando pero tuvo que salir a trabajar porque eran muchos hermanos. Su hijo adoptado, tiene 11 años y está en un grado especial porque tiene un retraso mental de dos años.

Historia laboral y condiciones de vida.

Ana: Comenzó a trabajar a los 18 años

“… porque la posición económica de mi mamá y de mi papá no estaba como para poder seguir estudiando, así que decidí bueno no estudiar más y trabajar.”

“… trabajé en Bagley y ahí estuve seis meses. Ahí entré por seis meses, porque entré por selectora…”

Cuando salió de ahí entró en una fábrica de cosméticos, su ultimo trabajo. Ahí estuvo 5 años y medio hasta que la despidieron.

“… me dejaron sin trabajo, y bueno yo quería que me dejaran sin trabajo, porque ya en la forma en que me pagaban y como estábamos trabajando, no, no estaba para trabajar. O sea que yo no quería trabajar más.”

“… pedían mucho trabajo y tenía que salir perfecto, … pero ellos pedían perfección y no, no daban garantía de que nos pagaban eso a nosotros, … lo hacíamos bien pero cuando íbamos a cobrar el viernes cobrábamos $50 , $70, y a mí por ejemplo no me daban ganas de trabajar, de hacerlo bien…”

“… me querían hacer quedar a hacer hora extras y yo no ,no, y me decían que me iban a correr y bueno que me corran…Y bueno en ese momento me dejaron sin trabajo”

“… pedían que la gente se quedara y bueno la gente se quedaba, yo sinceramente me quedaba cuando …hacía horas extras, porque así se veían las horas extras pagas, pero después ya no, no me quedaba, nunca me quedé después, porque no me gustaba, tenía que quedarme y cuando iba a cobrar no lo veía.”

“… obligaban a la gente, la gente como tenía miedo de que los corrieran, que se yo, entiendo la situación de mucha gente ahí adentro que no querían que las dejaran sin trabajo por las familias…”

La situación matrimonial de Ana, en ese momento, le permitía poner límites a la sobre-explotación en resguardo de su dignidad, lo que evidentemente sus compañeros de trabajo no podían hacer.

“… ahora no creo que vaya a trabajar, pero si tuviera que trabajar después, bueno, trabajo, no tengo problema, pero ahora en este momento no, porque estoy embarazada…”

Cuando a Ana la despidieron comenzó a cobrar el fondo de desempleo, con el que siguió pagando la cuota del auto usado que se habían comprado con su marido

“… antes de que me dejaran sin trabajo, nosotros nos habíamos, nos compramos un autito usado y bueno, me dejaron sin trabajo a mí y lo seguimos pagando con el fondo de desempleo mío…”“…no nos perjudicó mucho que me dejaran sin trabajo a mi, por el caso de que yo seguí, yo cobré el fondo de desempleo…”

Nora: Comenzó a trabajar cuando terminó la escuela primaria. Tenía 12 años cuando entró en un mercadito

“… a embolsar azúcar, fideos y todas las cosas sueltas.”

Después hizo distintos tipos de trabajos informales y precarios antes de entrar en la fábrica

“…en una verdulería , muy conocida, ahí estuve seis años, después estuve cuidando una nena, dos años y después estuve trabajando en otra verdulería, un año y medio, estuve en la verdulería de la estación 8 meses, después en servicio doméstico, dos años.”   “… en negro, nunca tuve una mutual…”

A Bagley entró a trabajar a los 18 años, y lo hizo durante 10 años, hasta que la despidieron. Este fue su mejor trabajo

“… mejor en el sentido en que teníamos una mutual, teníamos un sueldo y teníamos varios beneficios.”

“…yo bien no me acuerdo pero eran algo de trescientos pesos y ticket…” , incluyendo las horas extras “…y al mes habrán sido cuatroscientos pesos.”

La despidieron por problemas de columna, tiene hernia de disco.

“Y yo empecé con el tema de los estudios en enero y a mi me echaron en julio. .. lo que ellos me decían que yo para la empresa no servía, que era una inútil para la empresa.”

Estuvo 4 años sin trabajo

 “… yo me anoto en alguna fábrica y me hacen los estudios y no puedo entrar… y me da bronca, me da bronca, porque que se yo, uno anda para todos lados buscando trabajo en un lado en otro y, o sea uno se entusiasma porque te dicen bueno, y te dan las cosas para que te hagas los estudios y cuando vas al otro día   para ver que te pasó y te dicen no, porque vos tenés tal y tal cosa…”

“…hace tres meses conseguí acá en la droguería de Mercedes y yo le digo son treinta centavos que a mi me pagan por cada viaje que hago a cada farmacia llevando remedios…”

“… a mi me hubiera gustado seguir trabajando y bueno por menos uno siempre quiere progresar en algo…trabajando en fábrica o en lo que sea, porque para el trabajo no tengo drama, antes quizás no lo tenía, ahora ya no puedo decir lo mismo, por la enfermedad que tengo ya no puedo decir lo mismo.”

La situación de Nora, caracterizada por su enfermedad, que se ha convertido en un estigma, y el bajo nivel educativo alcanzado, sólo le permiten encontrar empleos precarios y estar sujeta a mayores arbitrariedades por parte de quien la emplea o a lograr “arreglos” laborales muy informales.

Género y clase social.

La segregación de roles no impide que las mujeres casadas tengan un trabajo remunerado, que se realiza siempre que los ingresos resultan necesarios. Sobre todo en los sectores sociales modestos, en donde los niveles de estudios suelen ser bajos, las oportunidades educacionales limitadas y los empleos de escasa cualificación. Se trata de mujeres activas por obligación, que valoran altamente el rol de amas de casa. No concluyen los estudios e ingresan al mercado laboral cuando los abandonan y, cuando asumen responsabilidades familiares y la situación se los permite, no vuelven al empleo. (Comas D’ Argemir,D.-1995). Este es el caso de Ana

“… me dejaron sin trabajo, y bueno yo quería que me dejaran sin trabajo, porque ya en la forma en que me pagaban y como estábamos trabajando, no, no estaba para trabajar. O sea que yo no quería trabajar más.”

“… ahora no creo que vaya a trabajar, pero si tuviera que trabajar después, bueno, trabajo, no tengo problema, pero ahora en este momento no, porque estoy embarazada…”

 “… yo estoy en mi casa hago las tareas de la casa, …y bueno yo estoy en mi casa con la nena, estoy haciendo lo que tengo que hacer, estar en mi casa haciendo las tareas de la casa.”

“… ahora hago yo todo en la casa y bueno él trabaja.”

Históricamente, la participación laboral femenina ha estado condicionada por la subordinación del trabajo remunerado a las responsabilidades familiares, y se ha tendido a considerar que el lugar que prioritariamente le corresponde a la mujer es el hogar. (Comas D’Argemir-1995). Desde esta perspectiva el trabajo para las mujeres es una opción, eso Ana lo dice claramente, y también queda claro que, en el momento del despido su trabajo era una ayuda:

“… antes de que me dejaran sin trabajo, nosotros nos habíamos, nos compramos un autito usado y bueno, me dejaron sin trabajo a mí y lo seguimos pagando con el fondo de desempleo mío…”

El salario de Ana no era imprescindible para los gastos de la reproducción familiar. Y pareciera ser que mientras esta situación se mantenga ella está más cómoda en su posición de ama de casa:

“…y bueno cuando él trabaja de mañana , por ejemplo, yo me levanto tarde (risas), aprovecho que él no está y me levanto tarde, limpio, hago la comida, llevo a la nena y él llega a las tres y media…”

Indudablemente Ana reproduce los patrones tradicionales con respecto al género, pero quizás esto tenga que ver con el tipo y condiciones de trabajo:

“… y bueno yo sentía lo que veo que está pasando ahora, que dejaron a toda esa gente afuera, no les daban respuesta… entonces yo me veía venir muy fea la situación de la fábrica, por eso era que quería que me dejaran sin trabajo.”

Un trabajo de poca cualificación, rutinario y mal pago es fácil descartarlo si la situación económica lo permite y se valora el rol femenino tradicional.

Generalmente las mujeres de los grupos sociales más modestos prefieren abandonar este tipo de ocupaciones cuando asumen responsabilidades familiares. En este caso se subordina el trabajo remunerado a las responsabilidades familiares. Pero, la importancia otorgada al hogar no deja de estar influida, también, por la necesidad de tener una mayor autonomía , y esto Ana lo expresa cuando se arrepiente de no haber podido concluir con sus estudios de corte y confección:

“… por ahí pienso y digo, me hubiese, tendría que haber terminado, me hubiese gustado seguir… yo estudiaba corte y confección, por ahí para poder trabajar en mi casa por ejemplo, trabajar en la costura en mi casa, si me hubiese gustado… porque creo que uno hace las cosas en su momento y a su gusto y nadie lo está mandando, ni diciendo lo que hay que hacer.”

Para ella estar en el hogar y atender sus necesidades es la mejor situación posible. Seguramente, la relación existente entre nivel de estudios y tipo de ocupaciones a las que se accede determinan también las actitudes de las mujeres hacia el empleo. Pero el de Ana, no es el caso de Nora.

Hay, también, muchas mujeres para quienes el trabajo es un imperativo, pero que en el mercado de trabajo son tratadas como trabajadores secundarios. Hay mujeres, sobre todo cuando son jefas de hogar u ocupan un rol semejante, el trabajar como asalariada deja de ser una cuestión voluntaria u optativa y se convierte en una necesidad económica. Nora dice:

“… incluso yo tuve la guarda de mis hermanos menores que yo, me pagaban el salario, tenía mutual para ellos y tenía a mi mamá a cargo que tenía la mutual para ella, beneficios tuve bastantes…”

Pero a la heterogeneidad de situaciones y de trabajadoras, se agrega la gran inestabilidad y descualificación de los empleos y la discriminación abierta, que en el caso de Nora, ésta última se da por su enfermedad, que se convierte en el motivo de su despido.

“…y yo empecé con el tema de los estudios en enero y a mi me echaron en julio. .. lo que ellos me decían que yo para la empresa no servía, que era una inútil para la empresa.” ,

como la padece para conseguir empleo nuevamente

“… yo me anoto en alguna fábrica y me hacen los estudios y no puedo entrar… y me da bronca, me da bronca, porque que se yo, uno anda para todos lados buscando trabajo en un lado en otro y, o sea uno se entusiasma porque te dicen bueno, y te dan las cosas para que te hagas los estudios y cuando vas al otro día   para ver que te pasó y te dicen no, porque vos tenés tal y tal cosa…”

Esto no sólo genera angustia y frustración, sino también sentimientos de culpabilidad.

“… a mi me hubiera gustado seguir trabajando y bueno por menos uno siempre quiere progresar en algo…trabajando en fábrica o en lo que sea, porque para el trabajo no tengo drama, antes quizás no lo tenía, ahora ya no puedo decir lo mismo, por la enfermedad que tengo ya no puedo decir lo mismo.”

La comparación de ambos casos muestra que el trabajo remunerado, posee significados y valores muy diferentes en la vida de las mujeres, no sólo por como fueron construyendo sus identidades según la historia de vida sino también según la situación económico-social que les toca vivir. Pero también que los problemas de marginación ponen al desnudo los pocos grados de libertad y autonomía, el desamparo y las limitadas opciones que poseen sobre todo las mujeres de los estratos sociales bajos.

Desempleo y vulnerabilidad

El concepto de “vulnerabilidad” alude, en términos generales, a una situación parcial de inclusión, en cualquiera de las esferas económica, social, cultural y política lo que implica riesgos e inseguridad a futuro (Castel, 1998, Minujin, 1998) o acumulación de desventajas (Kessler y Golbert, 1996). La vulnerabilidad puede llevar a la exclusión, pero no necesariamente, en algunos casos las dificultades se potencian y agravan el proceso de caída y o puede significar diversas formas de vulnerabilidad, lo que muestra el dinamismo de esta condición.(Gómez-Isorni-Saber, 2000)

La desigualdad de condiciones, actual, entre Ana y Nora no oculta el hecho de que ambas , debido a su empleo, su escolaridad e historia de vida familiar han estado o están dentro de lo que Bustelo y Minujin denominan una zona de vulnerabilidad económica, en la cual los individuos viven una situación de muy poca estabilidad y con tendencia a caer en la zona de exclusión económica, caracterizada por trabajadores semicalificados o no calificados.

El paso de una zona a otra dependen de una serie de condiciones que van desde los niveles de educación, el punto del ciclo vital en el que se encuentran la familia o los individuos, hasta aspectos relacionados con el carácter o la suerte. La vulnerabilidad o exclusión económica está estrechamente vinculada a la vulnerabilidad o exclusión social, pero el pasaje de un tipo a otro no es automático ni lineal.

En el caso de Ana, casada con una hija y embarazada, su marido trabaja en una fábrica metalúrgica desde hace seis años, aunque antes de este período en la misma fábrica lo habían dejado sin trabajo

“…él hace seis años y medio que está en esa fábrica… o sea lo han dejado afuera pero lo han vuelto a llamar y sí contando, descontado ese tiempo hace seis años y medios… en la misma fábrica, primero estuvo casi un años, después estuvo casi seis meses sin trabajo y lo volvieron a llamar… porque no había trabajo, no había producción, entonces tenían que dejar gente afuera…”

“… él hacía changas de pintura albañilería, así, mientras cobró el fondo de desempleo.”

“… yo trabajaba y bueno él hacía las changas y yo trabajaba en la fábrica.”

Ahora, ella sostiene que a pesar de su despido están bien. No trabaja en negro y posee obra social.

“… no es que no necesite, pero estamos bien y bueno mi marido trabaja y él si hay horas extras las hace, él no tiene problemas por el trabajo, el cuida al trabajo como cuida a su familia…”.

“… el debe estar ganando entre $520 o $550 por mes.”

“… Ahora por ejemplo estamos usando la mutual de él… es muy buena la obra social, tiene muchos, muchos beneficios…»

Cabría preguntarse, a pesar de este estar bien, que tiene que ver posiblemente con el ciclo familiar actual, qué podría pasar en el futuro ya que no sólo sus niveles educativos son bajos sino que, generalmente, cuando la mujer, que estuvo fuera del mercado de empleo por un tiempo, intenta reinsertarse las posibilidades de lograrlo son mucho menores. Es decir, aunque este grupo familiar hoy cuente con un jefe de hogar que posee empleo y obra social, el sector social al que pertenecen y su escaso capital cultural y social acumulado pueden convertirlos en un grupo de alta vulnerabilidad económica.

El caso de Nora, como jefa de hogar, es un claro ejemplo del paso de una zona a otra.

Nora lleva 4 años buscando trabajo, y sólo ha conseguido un empleo precario, marginal y de tiempo parcial, hace poco tiempo:

“… sí ya le digo que hace tres meses conseguí acá en la droguería de Mercedes y yo le digo son treinta centavos que a mi me pagan por cada viaje que hago a cada farmacia llevando remedios…”,

además, que su expectativa de un trabajo más estable, debido a su enfermedad, es prácticamente inexistente

“… no y otro trabajo, quizás que no le hagan estudio que es servicio doméstico, o algún comercio lo puedo hacer, pero hasta un cierto momento porque un momento que no puedo estar mucho parada, porque me agarran muchos dolores de cintura y hay trabajos que no los puedo hacer.”

En el caso de Nora el paso de la zona de vulnerabilidad económica a la de exclusión económica que se refleja en su inestabilidad laboral y baja remuneración

“…con el sueldo que yo puedo tener no llego a los cien pesos, las cosas hay que pagarlas y hay que comer y hay que vestirse y yo al nene lo tengo que mandar a la escuela…”

ha significado también el paso a la exclusión social, Nora no sólo pierde su empleo, sino, además pierde beneficios sociales y ve caer dramáticamente la calidad de los servicios a los que tenía acceso.

 “…teníamos una mutual, teníamos varios beneficios, incluso yo tuve la guarda de mis hermanos menores que yo, me pagaban el salario, tenía mutual para ellos y tenía a mí mamá a cargo que tenía la mutual para ella … el cambio se produjo cuando a mí me despiden porque yo sabía de que el nene, aparte de tener un retraso mental, tenía problemas de cadera, tiene problemas en la vista, y o sea el miedo mío hasta la actualidades como hacer para, como le puedo explicar, porque el necesita que lo controle el oculista, cosa que no tengo mutual, necesita que lo controle el doctor que no atiende acá, atiende en Río Cuarto, necesita que lo controle por el tema de la cadera.”

“…mientras yo estaba trabajando vivía, no le voy a decir para un diez, pero mal que mal uno sabía que tenía su sueldo seguro, tenía su mutual, al menos se podía decir que teníamos la comida segura todos los días, en la cual ahora no puedo decir lo mismo…” Ahora “…no tenemos seguro, no tenemos mutual, no tenemos aporte, nada, nada.”

La situación de Nora muestra que cuando se logra subir un escalón en la estructura económico-social, esto no significa quedar en una zona de relativa estabilidad, sino de alta vulnerabilidad.

 Nora, actualmente, de ser jefa de hogar a pasado a depender para su subsistencia de lo que aportan dos de sus hermanos, de 20 y 21 años,

“…mis hermanos están trabajando actualmente, cuando me tienen que ayudar me ayudan, porque reconocen el tiempo que yo les di a ellos y bueno ahora me toca la mala a mí y me tienen que ayudar ellos.”

¿Hasta cuándo?

El alargamiento progresivo de la inestabilidad laboral de Nora, el círculo reducido en el que se mueve y el escaso nivel educativo alcanzado la convierten cada vez más en una excluida del sector laboral, situación que se agrava por la inequidad de género, que incrementa las posibilidades de permanecer en esta situación, sobre todo en el caso de las jefas de hogar. Lo que se agrava por la falta de seguridad o protección en el ámbito de los servicios sociales. (Bustelo-Minujin).

Ambas situaciones muestran como el grupo vulnerable está frente a lo que podríamos llamar un proceso de desigualdad dinámica.

Si tenemos en cuenta la conceptualización que Rosanvallon y Fitoussi (1995) realizan de las nuevas desigualdades dinámicas, referidas a diferencias dentro de categorías que antes se consideraban homogéneas, podríamos situar, por el tipo de tareas que Ana y Nora realizaban en sus empleos, de poca cualificación y rutinarias; y, por su origen económico-social, a ambas dentro de una misma categoría socio-laboral. Pero situaciones de vida diferentes, frente al desempleo, generan desigualdades en términos de ingreso, condiciones de vida y patrimonio. Y en estos dos casos particularmente la desigualdad se agrava en función del género, al ser ambas mujeres, una de ellas puede resolver su situación por estar casada, su marido la mantiene, y permanecer en una zona de vulnerabilidad económica y social; y la otra, que ha sido jefa de hogar, no sólo deja de serlo sino que, además, se encuentra en una situación de exclusión económica y social.

Algunas reflexiones finales

En nuestro país los nuevos procesos económicos, basados en la flexibilización del mercado de trabajo, están generando la precarización de las relaciones laborales y la exclusión del mercado de trabajo, y son pocos quienes mantienen o mejoran su posición. Es decir, se quiebran algunas certezas estables que ordenaban la vida cotidiana y las implicancias para quienes se encuentran en la zona de vulnerabilidad significan una desorganización, una modificación en su futuro previsto.

Nora dice:

“… mientras yo estaba trabajando vivía, no le voy a decir para un diez, pero uno sabía que tenía un sueldo seguro, una mutual al menos se podía decir que teníamos la comida segura todos los días, en la cual ahora no puedo decir lo mismo, no puedo decir lo mismo porque donde estoy trabajando ahora, por cada viaje que hago acá a la farmacia me pagan treinta centavos, y no puedo decir que tengo la comida segura tanto para mí como para mi familia.”

Cuando esta situación persiste se cambia lo que era “un proyecto de vida” en algunas “estrategias de supervivencia”.

Nora dice:

“… a mi me hubiera gustado seguir trabajando y bueno por menos uno siempre quiere progresar en algo.”

Impactos de variada naturaleza no sólo a nivel de los consumos que componen una canasta básica familiar, sino también en lo que hace a capitales menos económicos y más sociales: educación, salud, vivienda, etc., marcan un derrotero distinto en aquel “proyecto de vida” que obliga a la modificación y reestructuración de la cotidianidad de los involucrados. La exclusión social refiere a todas aquellas condiciones que permiten, facilitan o promueven que ciertos miembros de la sociedad sean apartados, rechazados o simplemente se les niegue la posibilidad de acceder a los beneficios institucionales.

La vulnerabilidad, la marginación y la exclusión sólo pueden ser enfrentadas a través de opciones definidas por la sociedad global la cual hasta este momento determina los espacios en que los sujetos se desenvuelven. Estos casos muestran situaciones cada vez más heterogéneas y complejas de pobreza y exclusión social debidas a las condiciones del mercado trabajo y a la precarización en que se fundan las relaciones laborales.

La falta de satisfacción de necesidades no sólo atenta contra la propia condición humana, sino que deja a los sujetos solos frente a su destino.

BIBLIOGRAFIA

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COMAS D’ARGEMIR,D.: “Trabajo, género, cultura.” Icaria. Barcelona. 1995.

GALLART,M.A. Y OTROS: “Las trabajadoras de villas: familia, educación y trabajo.” Cuaderno del CENEP N° 46.   Bs.As. 1992

GOLBERT,L.: “En torno del problema más dramático de la Argentina de hoy.” Argirópolis.com.ar

LO VUOLO,R., BARBEITO,A., PAUTASSI,L., RODRIGUEZ,C.: “La pobreza…de la política contra la pobreza.” Miño y Dávila. Madrid. 1999.

ROSANVALLON,P. Y FOTOUSSI,J.P.: “La nueva era de las desigualdades.” Manatial. Bs. As. 1997.

* Lic. en Pedagogía y Diploma Superior en Ciencias Sociales. Docente e Investigadora de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de San Luis.

[1] Entendemos al despido conflictivo como la situación por la cual un trabajador despedido recurre a los mecanismos administrativos y jurídicos e inicia juicio al empleador por no cobrar indemnización.

[2] Determinamos al trabajador con despido conflictivo, que deseábamos entrevistar, como aquél que antes de producirse el despido gozó de estabilidad laboral no inferior a dos años y, que luego del despido estuvo desocupado no menos de seis meses.

Desocupación, género y desigualdades

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