Autora: Abog. María Gloria Trocello

Investigadora – Profesora ordinaria efectiva

Universidad Nacional de San Luis – Argentina

E-mail: gloria@fices.unsl.edu.ar

“Dos primos hermanos: patrimonialismo y populismo”

Los primos hermanos tienen, suelen, o no, tener parecidos notorios; pero sí tienen siempre genes regresivos comunes que pueden aparecer en posteriores generaciones.

Esta características de los primos hermanos tiene sólo el sentido de una metáfora pues nada más lejos que el biologicismo para entender lo social. Pero me sirve la visión del sentido común para asociar dos categorías que en la teoría y en las prácticas aparecen unidos por lazos de origen histórico, con profundos parecidos; muchas viven en los mismos “hogares”[1] y sobre todo son actores centrales para generar déficits en la conformación de una cultura política democrática. Ellos son el patrimonialismo y el populismo

REGIMEN POLITICO – VIOLENCIA SIMBOLICA

La construcción del monopolio estatal de la violencia física y simbólica[2] es inseparable de la construcción del campo de lucha por las ventajas ligadas a ese monopolio. Esto supone, siguiendo a Weber, que es necesaria la existencia que un cuadro administrativo [3] que sostenga la dominación. Para la existencia de dicho cuadro las sociedades históricas generan normas para su conformación, es decir para el acceso y permanencia en los roles jerárquicos del Estado. Ese cuadro administrativo será un gobierno sustentado por un régimen, y pondrá en acto la violencia simbólica del Estado, reclamando además el monopolio de lo universal y la legitimidad de su dominación política. Creo que el análisis de un régimen debe superar el aspecto del «cómo» se estatuye formalmente (en la constitución y en las leyes) y ser analizado desde una óptica sociológica que concibe al sistema político como modelo de relaciones humanas pretendiendo visualizar los modos como se traban las relaciones de poder.

O’Donnell centra el análisis de las democracias latinoamericanas a partir del concepto institución al que define como: “ un patrón regularizado de interacción que es conocido, practicado y aceptado (si bien no necesariamente aprobado) por actores que tienen la expectativa de seguir interactuando bajo las reglas sancionadas y sostenidas por ese patrón”. Entiende que la institucionalización es indispensable pues las pautas que definen a un régimen deben ser conocidas practicadas y aceptadas regularmente por al menos aquellos a que esas pautas definen como participantes. Preocupado por estas deformaciones de la democracia, analiza las poliarquías latinoamericanas y explica que conviven en ellas dos instituciones dominantes; una altamente formalizada pero intermitente: las elecciones, y la otra informal, permanente y ubicua: el particularismo (o clientelismo en sentido amplio). Los particularismos son los modos conductuales de los regímenes patrimonialistas y de las formas delegativas de gobierno.[4]

Una de las formas institucionalizadas de regímenes[5] vigentes son los que calificamos como patrimonialistas, que a veces aparecen reciclados en la literatura bajo la denominación de “neopatrimonial”[6] por los politólogos latinoamericanos. Hay coincidencia en caracterizarlos porque la concentración de recursos de dominación en una elite termina transformando al Estado en “propiedad privada” de quien ejerce el poder ejecutivo o detenta la dominación en un partido mayoritario.

Sostengo que los regímenes patrimonialistas provinciales cuenta con un importante capital simbólico y especialmente con una cuota notable de violencia simbólica[7], como para dominar en el campo de la cultura política. En este campo el régimen que ocupe los aparatos del Estado teñirá las prácticas sociales estructurando los comportamientos de los actores. No olvidemos que la violencia simbólica tiene su origen en la relación entre las estructuras que constituyen el habitus de los dominados y la estructura de dominación que las sustentan: el dominado percibe al dominante a través de las categorías producidas por la relación de dominación y que, por lo tanto, son funcionales a los intereses del dominante. El Estado en virtud del «metacapital»[8] que detenta sobre los dominados genera “violencia que arranca sumisiones que ni siquiera se perciben como tales, apoyándose en unas expectativas colectivas, en unas creencias socialmente inculcadas”.[9]

Desde esta mirada teórica, intentaré en primera instancia caracterizar al régimen patrimonialista y sus formas de instituir “habitus”[10], para luego tratar el populismo como categoría teórica que describe fenómenos funcionales a estos tipos de regímenes. Finalmente trataré de delinear los parecidos de familias de estas prácticas institucionalizadas

UNO DE LOS PRIMOS:

l PATRIMONIALIMO , UN PADRE PROVEEDOR

Según Weber, la dominación tradicional es la que sostiene a estos regímenes y se caracteriza porque la legitimidad se sostiene en la tradición, dándole al ungido amplios poderes arbitrarios. Si nos enfocamos en los patrimonialismos modernos, y procuramos adaptar los conceptos weberianos podemos concluir: la legitimidad que se obtiene por el voto popular, produce a partir de los discursos en circulación, (especialmente el discurso populista que sobre exalta el poder del mandato popular) una valoración mítica que adquiere la funcionalidad de la «santidad de las ordenaciones» en los modos de legitimación tradicional[11].

En la legitimación tradicional requiere de un «señor» que no es un «superior» sino un «señor» personal y la «asociación de dominación» es primariamente una «asociación de piedad» determinada por una comunidad de educación.[12] Reciclando a Weber el señor es uno del pueblo pero debe llenar el requisito de haber sido elegido por el voto popular, (que lo beatifica políticamente). Este es también un fundamento central del principio de delegación.

La estructura patricial de dominación es patrimonial cuando aparece un cuadro administrativo personal del señor y los compañeros se transforman en súbditos. La característica entonces es el reparto de bienes a los miembros del círculo. Cuando la autoridad se ejerce dentro de las organizaciones políticas, se denomina estatal-patrimonial, y su forma es semejante a la establecida en la comunidad doméstica.[13] También es importante rescatar las formas de sostén de los “servidores patrimoniales” que Weber denomina prebendas, es decir “cuando se confieren de un modo renovado, con apropiación individual pero nunca hereditario las asignaciones sobre las existencias del señor en dinero o bienes, otorgamiento de tierras, o mediante apropiación de probabilidades de rentas, derechos o tributos. Y denomina “prebendalismo a la existencia de una administración mantenida principalmente de esta forma”.[14]

De acuerdo a esta caracterización weberiana, podríamos decir que en los patrimonialismos modernos ese forma de comunidad doméstica, centrarán sus prácticas en dos instituciones el clientelismo y el prebendalismo. El primero tendrá entre sus prácticas dilectas la entrega de bienes a las clases más pobres y el segundo como sistema de favores con los leales al régimen, generalmente en otras clases sociales.

Algunos sociólogos hablan también de conductas patrimonialista o “patrimonialización el Estado”; entendemos que en todos estos casos se está haciendo alusión a prácticas políticas que borran la diferencia central de esfera pública y esfera privada.

Para analizar estas conductas clientelares partiremos del concepto de “habitus” elaborado por Bourdieu[15] en tanto – como llama la atención Javier Auyero- existe además del intercambio de bienes o favores, una objetividad del segundo orden”, destacando que “las redes clientelares existen como esquemas de apreciación, percepción y acción en las estructuras mentales de los sujetos involucrados en esas relaciones de intercambio[16]”. En la dificultad de percibir ambos aspectos radica el problema de visualizar correctamente el clientelismo político pues más va allá de la racionalidad de los actores. En tal sentido con relación a las prácticas clientelares su “argumento central es que el principio generador de estas prácticas, su elemento productor, debe buscarse en los esquemas mentales de percepción, apreciación, evaluación y acción de la realidad que constituyen el habitus”.

Bourdieu remarca que el Estado crea las condiciones de una “orquestación inmediata de los habitus de los cuales es el fundamento, de una suerte de consenso sobre este conjunto de evidencias compartidas que son constitutivas del sentido común”. Las modalidades estatales – patrimoniales generan relaciones clientelares constantes reproduciendo una forma de cultura política. En estos regímenes las prácticas clientelares no sólo se dan en períodos preelectorales (aunque se intensifique en esas épocas) sino que constituye la práctica central que genera un conjunto de lazos de dominación estables consecuencia de que régimen en tanto ocupa el aparato del Estado, origina la violencia simbólica instituyendo y naturalizando la práctica clientelar y prebendaria. Podrían enumerarse como prácticas constantes: entrega de bienes para la obtención de votos, recomendaciones, ausencia de los funcionarios o empleados en el cumplimiento de sus roles («ñoquis»), favoritismo administrativo, amiguismo prebendario, tolerancia ante las infracciones de la ley, acumulaciones de cargos incompatibles, parcialidad en los tribunales de concursos por oposición, monopolios concesionados a amigos del régimen.

El soporte central de todo sistema de dominación, argumenta Weber, es la creencia por parte de los subordinados en la legitimidad de la subordinación. Este modo de intercambio está vinculado la creencia en la legitimidad del vínculo generando una modalidad de relaciones a nivel general y no restringidas a un patrón específico, así el cliente tenderá a mantenerse leal a su patrón en la medida en que obtenga más de ese nexo.

Estas estructuras de relaciones son estructurantes de “habitus” en tanto es un aprendizaje de una «arbitrario cultural». Pero además la efectividad del proceso de aprendizaje conducirá a los clientes a colaborar con su propia dominación y a los mediadores a ejercer ésta más allá de sus intenciones. Dice Bourdieu, el resultado de este proceso de aprendizaje será una estrategia de dominación sin un estratega. En nuestro caso los nudos de las redes clientelares serán vistos como lugares en los que la organización capilar de la dominación es construida.

EL OTRO PRIMO:

EL POPULISMO, UN PADRE COMPLACIENTE

Como han llamado la atención algunos cientistas sociales existe gran dificultad para adecuar una definición a estos fenómenos políticos que abarcan aspecto económicos, sociales y políticos. Así el concepto de populismo ha sido utilizado por diversos autores con diversas miradas para múltiples realidades políticas. Pueden dentro de esta heterogeneidad al menos vislumbrarse cuatro grupos[17]: 1) los que lo ven como una forma de movilización socio – política en países subdesarrollados en transición desde la sociedad tradicional a la moderna (G. Germani, Torcuato Di Tella, S. Stein). 2) Otra línea de interpretación histórica estructural ve al populismo como un estadio de desarrollo del capitalismo latinoamericano que surge de la crisis del modelo agroexportador. En esta mirada algunos ponen énfasis en la perspectiva dependientista como Cardoso y Falleto y otros como Portantiero y Torre lo abordan como un fenómeno de crisis de la hegemonía. En la misma línea podría situarse a Touraine que parte del supuesto de que en América Latina existe confusión entre Estado, sistema político y actores sociales, en virtud de la cual se produce una sobredeterminación de las categorías políticas sobre las sociales y la ausencia de una diferenciación entre sistema político y Estado. Los grupos o movimientos sociales son dependientes del Estado y se encuentran amenazados por la ruptura interna entre la incorporación corporativa del Estado y la formación de partidos o sindicatos con función de representatividad. Para Touraine el análisis debe verse a través de los intentos de los países latinoamericanos de controlar sus procesos modernizadores determinados desde el exterior haciendo que el Estado tome un lugar central en defensa de la identidad nacional y como promotor de la integración nacional a través del desarrollo económico. 3) Otra línea importante es la que centra la mirada en la presencia de líderes y sus atributos,- bebiendo en la tipificación weberiana de la “legitimidad carismática”- centran la mirada en los ritos, los procesos de construcciones mitológicas y las relaciones masa-líder (Herbert Braun, Agustín Cueva). 4) Finalmente una cuarta línea, se define más por el método de análisis, ubica el fenómeno populista en el plano del discurso que produce interpelaciones populares antagónicas respecto de la ideología dominante. (Laclau y De Ipola)

UNA HISTORIA EN COMUN

Los populismos surgen históricamente como respuesta al predominio del liberalismo dominante en las repúblicas oligárquicas. Alvarez Junco [18]llama la atención en el caso español como en la monarquía constitucional (1895 a 1931) en donde la dominación política estaba en una red armada por el poder de una elite política madrileña y un sistema caciquil que canalizaba prebendas administrativas en el interior y que aseguraban a los gobiernos los triunfos electorales. El autor explica que en este contexto surgen muchos de los populismos, en manos de grupos o elites profesiones e intelectuales que no son tan modernas como a si mismas se perciben y describen, pero sí mucho más que la oligarquía anterior. Pero el populismo que aparece luego de esta etapa generalmente enuncia un proyecto ingenioso, antiburgués, señorial y redentorista, basado fundamentalmente en la acción del Estado, controlado a su vez de forma autoritaria por un individuo “excepcional”, pero sin comprender la complejidad de los procesos de modernización, ni producir reformas estructurales revolucionarias.

En el caso de Argentina el populismo surge del régimen consolidado de la generación del 80,un gobierno de oligarquías tradicionales de ideología liberal, en el que persistía una importante patrimonialización del Estado, sobre todo en los estado provinciales.

El liberalismo político que había nutrido a esta generación era la ideología que generaba una frontera socio- política y un imaginario totalizante. El liberalismo se construyó en torno a dos grandes apuestas: a) ser el calco de modelos europeos que expandían la frontera geográfica de la barbarie permitiendo incorporar regiones a la “civilización “, y b) ese proceso ilimitado permitiría absorber las reivindicaciones sociales a través de mecanismos clientelares con los sectores urbanos y formas de dependencia y protección a los sectores rurales.

Se intentaba de esa forma prevenir los posibles conflictos que produjera el proceso de expansión sin ocasionar rupturas. Pero los requerimientos insatisfechos fueron más allá de lo que podía aceptar el clientelismo y es entonces cuando aparecen los populismos ligados a conceptos de ampliación de la base democrática, y reivindicaciones nacionales.

Como señala de la Torre quizás el efecto más importante de los populismos fuera el acceso para grande grupos sociales a la dignidad simbólica de ser alguien, de ser seres humanos, en sociedades excluyentes o racistas. Los descamisados de Perón se transformaron en el baluarte de la verdadera nación que lucha contra la antinación oligárquica. Y este poner en centro de la escena a los indignos o los no preparados para la vida pública, se torna irreversible a nivel del imaginario[19]. Así tanto para el caso de Argentina, como de toda América Latina, en donde se produce la incorporación de amplios sectores a la arena política el populismo tendrá “efectos ambiguos y contradictorios para las democracias de la región. Por un lado al incorporarlos, ya sea a través de la expansión del voto o a través de su presencia en el ámbito publico, en las plazas, el populismo es democratizante. Pero a la vez esta incorporación y activación popular se da a través de movimientos heterónomos que se identifican acríticamente con líderes carismáticos que en muchos casos son autoritarios[20]. El populismo al identificarse acríticamene con líderes, en muchos casos autoritarios, deja la puerta abierta para las múltiples prácticas patrimonialistas.

UN PRESENTE TAMBIEN COMUN

Los “neopopulismo” o la forma de adaptación de los populismos
La vuelta a las democracias en la década de los ochenta hacía presumir que algunas cosas no se repetirían en América. No sólo se alejaba el fantasma militar sino que parecería que los populismos también habían sido enterrados en la historia. La democracia erradicaba el pretorianismo de las fuerzas armadas y el neoliberalismo aparecía disolviendo la vieja cultura política populista. Esta hipótesis se centraba en que el populismo respondía a una etapa anterior de desarrollo socioeconómico, asociada a la etapa de industrialización por sustitución de importaciones.

El desarrollo de nuevas formas de liderazgos, cuyos intérpretes centrales pueden representarse por Fujimori y Memen, hizo repensar que el populismo es lo suficientemente acomodaticio como para adaptarse a situaciones socioeconómicas y políticas diversas, y ayudar también a novedosas formas de patrimonializar el Estado. Como remarca Natalio Botana al destacar que el menemismo si bien transformó al viejo peronismo en lo que se refiere a su concepción económica y social, fue muy fiel en lo atinente a la concepción política e institucional. “ En lo político el menenismo concibió el poder como una suerte de posesión patrimonialista, como en su momento lo había hecho Perón. El poder, fundamentalmente el presidencial, fue concebido, insisto, con una óptica hegemónica” [21]

Frente a estos fenómenos aparecen en la doctrina quienes empiezan a llamar la atención respecto de que los populismos pueden ser compatibles con las reformas neoliberales cuando se dan en ciertos contextos.

Quizás el primero fue Sergio Zermeño quien ya en 1989 enunciaba “ El regreso del líder”[22] ante el diagnóstico de una sociedad atomizada, carente de grupos secundarios, de asociaciones intermedias o corporaciones, cuyos valores y actitudes comunitarias se disuelven en el consumismo y en añoranzas de pertenencias a la clase media, con una profunda dificultad de denotar identidades consistentes por la propagación irrefrenable de la pobreza. Eugenio Tironi por el mismo tiempo planteaba si la disolución de la cohesión social, la desintegración de las identidades intermedias y el repliegue a la esfera individual nos llevase a preguntar si no había que cultivar una sociología de la decadencia[23] .

También Ludolfo Paramio[24] se preguntaba sobre cuál sería el final de la crisis de los actores del modelo mercadointernista, previendo como salida pesimista el consumo vertiginoso de los liderazgos políticos y el peligro de los mesianismos.

Como bien llama la atención Kenneth M. Roberts esta nueva variante del populista “ está asociada con la descomposición de formas institucionalizadas de representación política que a menudo se produce durante períodos de trastorno social y económico. Su emergencia demuestra que el populismo se puede adaptar a la era neoliberal y que no está definida por el derroche fiscal, pues aun restringidos por la austeridad fiscal y las reformas del mercado, los líderes personalistas han descubierto diversos instrumentos políticos y económico para movilizar el apoyo del sector popular cuando las instituciones intermedias están en crisis”. [25]

Algunos politólogos venían argumentando que este fenómeno recurrente podía ser analizado en forma independiente de los momentos históricos.[26] En este sentido y a partir de algunos análisis comparativos intentaré describir los elementos constitutivos de estos populismos adaptativos a la “sobre”, “post” o simplemente modernidad . Estos “neopopulismos” son funcionales a las modalidades patrimonialistas de ejercicio de la dominación política por parte de los regímenes que acceder al poder por medio del voto popular.

Veamos algunas de sus carácterísticas o condiciones de posibilidad[27]:

1) En el ejercicio de la dominación política predominan modalidades personalista y paternalista, aunque no necesariamente del tipo carismático de liderazgo político.

2) Un imaginario social en cuyas representaciones colectivas el Estado debe proveer las soluciones.

3) Una coalición política que abarca diversos sectores sociales.

4) La ruptura de las formas institucionalizadas de mediaciones.

5) Un proyecto económico que utiliza mecanismos redistributivos o clientelísticos que genere apoyo de sectores carenciados, y prebendarios en sectores de mayores recursos

6) El campo de la cultura política está surcado por discursos de ideología contemporizadora y adaptativa que genera polaridades y procesos de identificaciones colectivas entre régimen y pueblo.

7) Una sociedad atomizada y desencantada del accionar político,

Intentaré, partir de esta enumeración, reflexionar brevemente respecto de cada una de las características de los “neopopulismo” y vislumbrar su funcionalidad respecto de regímenes patrimonialistas, buscando los “parecidos de familia” entre ambas instituciones. Me detendré especialmente en los dos últimos aspectos.

1 )Personalismo y paternalismo

Quizás sea éste uno de los «parecidos de familia» que más aten ambos fenómenos. En el ejercicio de la dominación política de los patrimonialismo predominan modalidades personalista y paternalista, aunque no necesariamente del tipo carismático de liderazgo político.

Como llama la atención Kenneth Roberts los nuevos populismos no requieren que sea del tipo carismático. Los liderazgos personales de Tatcher en Gran Bretaña y Reagan en los Estados Unidos, con matices diferentes también Miterrand o Felipe González, tienen en común los éxitos previos en sus partidos antes de alcanzar la jefatura del Estado, donde acentuaron sus puntos de vista trasladando esta característica al ejercicio del gobierno, donde los procesos de personalismo y centralidad decisoria van asociados al modelo neoliberal, independiente del grado de carisma. Influye más la idea de fortaleza en cambiar drásticamente las identidades de sus partidos. Estos modelos mundiales contribuyen a la aparición de líderes signados por el pragmatismo. Ante las múltiples demandas, el carisma se asocia a la posibilidad de dar respuestas, respondiendo a lo que Edelman llama “carisma de situación”.[28]

Carlos de la Torre reflexiona respecto de algunos los estudios sobre populismos otorgando gran peso a la figura del líder. Estos suponen percibir masas irracionales y anómicas[29], pero como considera este autor muchos estudios han descartado este presupuesto, y sobre todo a partir de estudios de clientelismo, pues muchas veces el liderazgo es contingente de lo que el líder pueda ofrecer. Las acciones de las bases, lejos de irracionales están condicionadas la precariedad estructural, carentes de bienes y de sistemas políticos que los contengan.

Murmis y Pontartiero también llaman la atención respecto de la racionalidad instrumental de los obreros y de cómo el peronismo respondió a sus demandas generando allí su principal sostén de legitimidad.[30]

2 Las secuelas del estado benefactor

La sociedad desarticulada como consecuencia de la pobreza y la exclusión social suele quedar anclada en un imaginario en que el Estado es el que debe proveer todas las soluciones Esto tiene mayor peso si esa sociedad cuenta con experiencias previas en tal sentido. En el campo de la cultura política, se encuentra enraizada la creencia de que es el Estado el centro posible y necesario de las transformaciones de las relaciones sociales La creencia incluye además que la regeneración económica de un país depende de la implementación por parte del Estado de un conjunto de medidas milagrosas. Esta sociedad “delega su unidad a la institución estatal y está inerme frente a ella. En estas condiciones, el Estado es libre para manipular a la población, sin que nada amenace su independencia; todavía más, tenderá a ganar mayor autonomía profundizando la atomización de la sociedad[31]” Esta perspectiva se asocia a una sociedad civil débil, con escasas capacidades de imponerse frente al Estado, facilitando procesos de apropiación por parte de quienes ocupan sus aparatos. Se demanda entonces un padre proveedor y complaciente que cubra las demandas. Patrimonialismo y populismo … y siguen los parecidos de familia.

3)Nuevos socios para los primos

Las coaliciones de poder entre clases han sido una de las características de los populismos. La matriz estado céntrica[32] de los populismos clásicos es reemplazada por nuevos esquemas. Aparecen en la era neoliberal nuevas asociaciones, pues el esquema de poder se asienta políticamente en los sectores más carenciados, y económicamente en los sectores de mayores recursos. Esta es una estrategia puesta de manifiesto por Kristol[33] quien además, caracteriza al fenómeno como “neoconservadorismo” , resaltando que tomó las virtudes de la economía de mercado de Friedman junto las significaciones de la moral y tradiciones filosóficas precapitalistas.

4 )Si este no es el pueblo…. el pueblo donde está?[34]

Otro parecido de familia entre la formas patrimoniales y las neopopulisas es que ambas producen la ruptura los formas institucionalizadas de mediaciones. Creemos central en este sentido rescatar lo que nos aporta Leca en tanto esquema ideológico del populismo que se asienta en dos principios: “ 1) la voluntad del pueblo, identificada con la justicia la moral, prevalece sobre la norma institucional construida por los hombres y 2) los gobernantes sólo son buenos si se encuentran directamente vinculados al pueblo”[35]

En este esquema el énfasis de las relaciones directas entre los líderes y los seguidores destacan la debilidad de los canales institucionales de representación política. La ficción de la relación directa, lleva a que la representación es considerada necesaria, y al mismo tiempo despreciada porque es planteada como que puede ser manipulada por las elites infieles al pueblo, escondiendo que este discurso enmascara la manipulación del líder. Esto se traduce en un discurso reciclado, y anclado en el desencanto generalizado en la política; ya no es el pueblo contra la oligarquía, sino el pueblo representado por quienes han obtenido el apoyo popular versus la “clase política” que comprende desde los políticos profesionales, a los partidos y en muchas ocasiones a los movimientos populares o los gremios opositores

Los líderes pueden entonces gobernar en forma arbitraria, sin restricciones institucionales. Además ante la imposibilidad de generar instituciones se pierde la capacidad de estructurar conductas políticas e identificaciones colectivas. Los procesos de movilización política son generadas desde arriba y se conciben modalidades de pseudoparticipación orquestadas desde el régimen político[36]. Como resalta Roberts, el populismo es una tendencia perpetua en los países en donde las instituciones políticas son crónicamente débiles, pero además tiene mayor posibilidad de concretarse cuando hay crisis o transformaciones sociales.[37]

Esto es ayudado por una sociedad a la que Botana califica como ubicua, comparándola con la sociedad chilena en donde las divisiones de centro izquierda y derecha son agudas. Remarca que en la Argentina, para algunos sociólogos y expertos en encuestas de opinión, la inestabilidad electoral suele ser calificada como electorado independiente. Lo que le impresiona a este politólogo es que la sociedad argentina tiene una fluidez extraordinaria, que se producen los cambios políticos, sin mayor tensión ni conflicto: ¿Puede calificarse a esta sociedad como oportunista y aideológica por el muy bajo contenido ideológico de la política argentina? Botana cree que sí .[38]

5) El gen regresivo del patrimonialismo aparece en los neopopulismo

Otra características en la que coincide la doctrina es que los neopopulismo van acompañados de políticas que responden a modelos económicos que utilizan mecanismos redistributivos o clientelísticos ampliamente difundidos, que generen apoyo de sectores carenciados.[39] Es tomar la clave de los patrimonialismos reclicada a las nuevas formas focalizadas de políticas sociales para intentar legitimar los modelos económicos neoliberales.

En los contextos de ajustes neoliberales las políticas focalizadas con beneficios más selectivos y direccionados hacia sectores específicos son útiles para la construcción de redes clientelares. Estas políticas que no tienen el impacto fiscal de los modelos universales, sí son funcionales para intercambiar apoyo político. En este sentido los regímenes patrimoniales que ocupan los aparatos del Estado cuentan con ventajas comparativas respecto de las fuerzas políticas opositora.

Las prácticas clientelares no son denostadas por los políticos opositores pues frente a la demanda clientelar se intenta justificar la inferioridad de condiciones para la entrega de bienes o favores,( lo que se subsanará cuando se llege a ser gobierno). El poseer el aparato del Estado crea ventajas considerables para la generación de redes clientelares a los políticos gobernantes que producen con su accionar la confusión entre partido y gobierno. Pero además, en los sistemas patrimonialistas esta confusión no sólo se realiza con el partido sino también con las personas que ocupan los roles del gobierno y allí es donde el personalismo y paternalismo del discurso populista otorga contenido afectivo a la práctica clientelar

Tal como lo observa Bustelo[40] la relación de autoridad desprendida del ámbito familiar, remite a su vez a una “responsabilidad implícita de proteger a los súbditos a cambio de lealtad hacia quien ejerce la autoridad” . Dado que no hay mediaciones, en este ejercicio, se tolera la transgresión, se obedece y tributa lealtad a la persona, perdiéndose toda posibilidad de desarrollo de una legalidad basada en la titularidad de derechos y obligaciones recíprocas.

6) El campo de la cultura política

Consiente de que toda selección supone una decisión arbitraria y por tal restringe el ángulo de análisis no ahondaré sobre las otras características, para centrarme en el campo de la cultura política. Entiendo que la cultura define siempre un sistema significante de constitución simbólica, de clasificación (y por consiguiente de interpretación) de los objetos del mundo, entendidos como prácticas que orientan la conducta de los actores sociales; en términos gramscianos, que construyen su sentido común.[41]

Consideramos que el campo de la “cultura política” es el espacio de constitución de las identidades colectivas, pues los procesos de constitución del “nosotros” es consecuencia de haberse producido una significación compartida en un grupo de individuos. Si un discurso logra ganar el sentido común generando un “nosotros” generará una “identidad colectiva”. En esa lucha quienes posean los aparatos ideológicos del estado[42] cuentan con tecnologías de poder para apropiarse del campo cultural de las significaciones[43] A través del ejercicio de la violencia simbólica el Estado genera estructuras de sentido que “aparecen” como “ identidades colectivas” (nación, regionalismos etc.), las que se enuncian como esencialidades en los discursos del sentido común[44].

Y aquí cobra singular importancia la construcción del registro imaginario. Para intentar explicar la funcionalidad del discurso populista en la patrimonialización del Estado, creemos importante revisar el concepto de imaginario político, que Laclau lo toma del psicoanálisis lacaniano.

Laclau[45] distingue tres registros fundamentales – lo real, lo simbólico y lo imaginario. Lo simbólico hace referencia a “un universo de diferencia culturales mutuamente vinculadas “ que en su conjunto constituye un sistema significante coherente. Es lo que llamaría el orden social dentro de esta mirada teórica, en tanto sistema significante reconocido y legitimado por los actores que actúan (o entienden que deben actuar)de acuerdo al mismo.

Lo real, – ya aquí no debemos confundir con la realidad – es el momento de la “dislocación del universo simbólico” que choca y desarticula el universo simbólico. Este momento de la dislocación no es posible dentro del universo simbólico, y es por ello que crea un vacío que debe ser llenado. Y para ello se requiera un discurso capaz de atar el hiato, requiere “dominar discursivamente el territorio de esa ausencia” de correspondencia entre lo simbólico y lo real. Y esto es lo que genera el tercer registro: el imaginario, como conjunto de significaciones y representaciones que suturan el hiato resultante del choque entre lo real y lo simbólico. Entonces el horizonte imaginario que se genera en las prácticas sociales y en donde las prácticas discursivas son centrales para la construcción del sentido, es en donde se va totalizar un campo simbólico esencialmente dislocado. “ que no puede ser referido a ningún orden necesario y subyacente” pues la dislocación y la lectura imaginaria de la misma es una relación esencialmente arbitraria “ que el proceso de referir la dislocación al discurso que le da coherencia a nivel del imaginario asume, por tanto el carácter externo de una inscripción”

Cuando un universo simbólico no puede dar cuenta de la dislocación en términos de sus propias categorías, requiere de un discurso externo que le dé coherencia, que explique en ese momento la realización de una cierta identidad. Es en ese momento en que se da la constitución del registro imaginario.

¿ Cómo ser ata el hiato entre las significaciones colectivas basada en el imaginario republicano (liberalismo político)? Con una apuesta superadora. Apostando a más democracia, generando la ficcion de la democracia directa. En nuestro sistema político creemos que el orden simbólico está dominado por el discurso del liberalismo político que hegemoniza en el sistema educativo y es el discurso oficial del Estado. Entendemos que el momento de lo real se da cuando no funciona el Estado por la patrimonialización de las prácticas, y las conductas particularistas, contrarias al orden simbólico.

Cuando se produce la dislocación el discurso del populismo apelará al imaginario de la democracia directa apelando a la voluntad popular.

Laclau señala que el discurso de la reconstrucción imaginaria, (el discurso de la inscripción), puede ser cualquier discurso en cuanto al fondo, pero en cuanto a la forma, debe partir de la equivalencia entre identidades dislocadas, dicotomizando el campo social en dos campos antagónicos. En el caso elegido como ejemplo la dicotomía es entre quienes respetan la voluntad popular y quienes la niegan.

Respecto de las formas de enunciación, Alvarez Junco[46] apunta respecto de la existencia de formas de enunciación específica y de un planeamiento retórico estratégico. Tales características serían una coloración emotiva y redentorista que gira obsesivamente entre un pueblo idealizado como depositario de las virtudes sociales, potencial generador de relaciones justas y armónicas.

El discurso político genera siempre elementos antipolares, pues se trata de construir un nosotros inclusivo. Es a partir de este planteo discursivo del eje pueblo/ antipueblo es como se fundamentaron históricamente los populismos.

Siempre los discursos populistas tienen tantas variantes como enunciadores, consecuencia de su amplitud (o carencia ideológica). Pero las modalidades y el vocabulario demostrarán a sus seguidores que el enunciador es también del pueblo. Las ideas carecen de exceso de elaboración, e incluso la originalidad o excentricidad y el orador populista no puede permitirse por ejemplo envolver su mensaje con academicismo, sino por el contrario está plagado de convencionalismo y verdades admitidas, que suenen normales a los sectores que pretende seducir[47].

Muchas veces halagador y autoafirmativo ratificando explícita o implícitamente la excelencia de la propia identidad, y se empapa de conservadorismo social pues bebe su legitimidad en la fidelidad a las tradiciones y costumbres. Asume como propias las verdades populares, que en el auditorio producen la sensación de seguridad pues ratifica las creencias dominadas por el sentido común. En el campo de la cultura política este discurso resulta exitoso justamente por no poner en cuestión las verdades construidas por mitos o creencias[48]. Nos dirá Laplantine “quien quiera que sean los inventores y promotores de estas ciudades de la felicidad a la fuerza, lo que sorprende cuando se los estudia con detenimiento es que todos dicen prácticamente la misma cosa. Bordan de manera indefinida y trabajan como tenaces artesanos alrededor de un cañamazo mítico. Su actividad se parece al bricolaje.[49]

7) La sociedad de los miedos

He dejado para finalizar, por considerarla más importante, a la cuestión social. En tal sentido es recurrente en el pensamiento social de América Latina suscribir que la tremenda exclusión social deja secuelas terribles en las relaciones sociales quebrando las redes solidarias y culturales. Quiero ahondar en otras formas de desintegración social aportadas por los avances de la modernización, y para ello recurriré a la reflexión profunda de Norbert Lechner[50] . Nos dice que una encrucijada de estos tiempos es que: “los avances de la modernización no guardan relación con la subjetividad de la gente, y resalta que la efectividad del desarrollo depende finalmente de la percepción subjetiva. Selecciona para tratar de entender este problema a los miedos, en tanto generan motivaciones poderosas, condiciona preferencias y conductas políticas

Lechner señala tres tipos de miedos:

El miedo al otro, que suele ser visto como potencial agresor, es el miedo a la criminalidad, la percepción de la violencia urbana, en lo que colabora el tener anidada en la memoria el pasado de persecución y muerte. Ese miedo al pasado dificulta mirar el presente, porque cuesta reconocer vulnerabilidad en una sociedad signada por el exitismo. Y esto puede ser aprovechado desde los poderosos pues existen incluso campañas sobre los miedos para disciplinar y censurar. Pero si el extraño causa alarma es porque el “nosotros es frágil”. Esa fragilidad es consecuencia de la debilidad de los espacios identitarios, de lo que Augé llama «espacios antropológicos”[51] en tanto relacionales e identificatorios generadoran sentidos de pertenencia, pero además son históricos porque identidad y relación tienen una estabilidad mínima. Los nuevos lugares públicos, los “no lugares” – centros comerciales, estadios, etc.- carecen de densidad en las relaciones que producen.

El miedo al otro también genera desconfianza. La crisis de los relatos, de las tradiciones y las costumbres da paso a una visión individualista y oportunista de la vida trayendo como consecuencia social la debilitación del capital social, en tanto «red de redes», de lazos de confianza y cooperación en una sociedad. Denota Natalio Botana, que dentro de las grandes deudas que deja la era menemista están los grandes miedos, aunque transformados. A los miedos de la década del 70 signados por el “terror recíproco hoy los miedos nacen de la inseguridad y la desocupación “.Son los miedos de pertenecer a los estratos sociales que ven un futuro sin horizonte. [52]”

El otro miedo es el miedo a la exclusión, significada por desempleo y la precariedad laboral, el deterioro profundo de la calidad de vida. Aún los que tiene empleo y relativo bienestar temen llegar a ser excluidos, ya sea de la salud o la previsión, del consumo o del prestigio. Estos miedos están ligados a sentimientos de impotencia y desvalidez frente al desigual acceso a los bienes sociales, a la excesiva monetarización de las relaciones, en donde el Estado no aparece como la instancia generadora del bienestar general a nivel de las representaciones colectivas

Finalmente el miedo al sinsentido, que emerge de la que la realidad deja de ser inteligible. La pérdida de sentido, es la pérdida de la idea de un orden en el que cada individuo se sienta hacedor del conjunto. Desde la destrucción del planeta, el sida, los accidentes, hasta la perdida certidumbre para educar a los hijos. El desvanecimiento de lo instituido es consecuencia de la contingencia y como tal signo de la modernidad. La libertad conlleva también algunos miedos, y el espacio público está vacío o agresivo, la vuelta a lo privado es una salida.

Lechner nos pide que aprendamos a controlar la incertidumbre intentando acotar con las convenciones jurídicas, las instituciones sociales, las representaciones simbólicas, para otorgar a la convivencia cierta calculabilidad. La vinculación intersubjetiva es el modo de otorgar densidad a las relaciones. Nos llama a conformar mapas cognitivos que remitan a universos simbólicos, remarcando la relevancia del Estado para representar y simbolizar al conjunto. La construcción del futuro supone la construcción de un vínculo afectivo. Miedos y esperanzas van atados. Y en épocas de alta contingencia es cuando es necesario delinear perspectivas, es allí donde la promesa que: esboza criterios para discernir entre todas las posibilidades aquella que nos permite (a todos) vivir mejor..

O se generan redes e instituciones ……o se fabrican lìderes

Frente a multitudes explotadas y sedientas de absoluto y justicia social los miedos pueden transformar su desesperación en esperanza y como expresa Lechner “ tenemos motivos de sobra para temer explosiones de irracionalismo y populismo”.

Nos dice Francois Laplantine[53] que “frente a un mundo que pierde su sentido, de instituciones que terminan por vaciarse y de un porvenir en el que ya no se cree. En estos momentos de efervescencia social, la imaginación colectiva se dilata al infinito y recurre a lo que hay que llamar, por cierto, lo sagrado”.

Si la colectividad humana, sea cual fuere, se hallara en la incapacidad estructural de funcionar sin darse valores, un absoluto, una esperanza, de carecer de un orden, un principio de respeto, un orden simbólico compartido, pasa a ocupar ese orden “de manera progresiva un principio de autoridad que jerarquiza las relaciones de los diferentes miembros del clan y los lleva a converger hacia un nuevo modelo de legalidad: el caudillo carismático[54].

El regreso del líder para generar un orden y alguna esperanza, puede animar un proceso revolucionario, como también hacer el papel de freno social que restituye a través del conservadorismo un antiguo eje de equilibrio. El proyecto populista es ambiguo por su fundamento mismo, no obstante es capaz, en determinadas circunstancias históricas, de ser el portador de la esperanza revolucionaria, pero también, agazapado, puede generar nuevos autoritarismos. Y ya la historia se ha encargado de probar que el horror ha vuelto muchas veces.

Los populismos están arraigados en el imaginario colectivo, son padres complacientes, y los patrimonialismos son los regímenes que se instalan cuando se rutiniza el carisma, y para ésto no interesa que sea “carisma de situación”.

En una sociedad ubicua, en donde los miedos y la sobredosis de contingencia no ayudan para vivir el futuro como esperanza sino como incertidumbre, hay dos primos hermanos que tienen profundos lazos de familia y genes arraigados en la cultura política. Ambos significan renunciar al vértigo emocionante de la libertad pero aportan certidumbres.

Parece anacrónico, plantear estos temores en un simposio en Argentina, cuando en el orden nacional ha ganado las elecciones una fórmula de gobierno que centró su discurso en rescatar las instituciones, y en instituir prácticas republicanas. La campaña nacional de la “Alianza” tuvo como central en su discurso una fuerte apelación a las consignas de control republicano, de transparencia de los actos y de independencia de los poderes. Pero las redes clientelares funcionaron a pleno y las elecciones provinciales demostraron que el patrimonialismo está vivo y goza de buena salud.

¿Cuánto buscó de certidumbre esta sociedad ubicua, al seleccionar estos modelos de construcción de un orden con semejante alternativa de combinación de regímenes? ¿Cuánto atribuyó a la esperanza republicana la vuelta a un orden más justo y menos corrupto?

Creo que no alcanza con la ilusión de institucionalizar prácticas republicanas. Deben producirse procesos identificatorios respecto de esa prácticas, generar lazos afectivos para llevar adelante la difícil tarea de construir procesos de identificaciones con la libertad, la responsabilidad y la solidaridad, y demostrar que desde el Estado se puede construir un orden justo que ayude a ahuyentar los miedos.

Hay que volver a creer que con la democracia se come, se educa y se cura.

No vaya a ser que en el 2003 tengamos el regreso de algún líder aunque ya no pueda decir “síganme que no voy a defraudarlos”.

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[1] En el sentido de Agnes Heller HELLER, A. ¿Donde estamos en casa? en “ Una revisión de la teoría de las necesidades”. Paidós. Bs. As 1996. Pag 142

[2] Aquí aparece el aporte esencial que Bourdieu realiza a la definición weberiana Nos dice que: el Estado es una X( a determinar) que reivindica con éxito el monopolio del uso legítimo de la violencia física y simbólica en un territorio determinado y sobre el conjunto de la población correspondiente.” Bourdieu incorpora la dimensión subjetiva pues el Estado no sólo se encarna en la objetividad de las estructuras sino también en “la “subjetividad”, bajo la forma de estructuras mentales, de categorías de percepción y de pensamiento, haciendo aparecer a la institución instituida se presenta con la apariencia de lo natural haciendo olvidar que es la consecuencia de una serie de actos de institución.[2]

[3] WEBER. Max. “ Economía y Sociedad” Fondo de Cultura Económica. México. 1974. “Por estado debe entenderse un instituto político de actividad continuada, cuando en la medida que su cuadro administrativo mantenga con éxito la pretensión del monopolio legitimo de la coacción física para el mantenimiento del orden vigente.pag 43 y44 “ El carácter monopolio del poder estatal es una característica tan esencial de la situación actual como lo es su carácter de instituto racional y de empresa continuada”

[4] O’DONNELL, Guillermo. «Otra institucionalización» en AGORA Cuadernos de Estudios Políticos, Grupo Universitario de Estudios Políticos, Año 3, Nº 5, Invierno de 1996, Bs. As. Pag. 7. El autor recuerda los atributos de las poliarquías tal como las caracteriza Robert Dahl: 1)Autoridades públicas electas. 2)Elecciones libres y limpias. 3) Sufragio universal. 4) Derecho a competir por los cargos públicos. 5) Libertad de expresión. 6) Información alternativa. 7) Libertad de Asociación.

[5] Siguiendo a O’Donnell entendemos al régimen “como el conjunto de pautas explícitas o no, que determinan la forma y canales de acceso a los principales cargos de gobierno, las características de los actores admitidos y excluidos con respecto a ese acceso, y los recursos y estrategias que pueden emplear para ganar tal acceso O’DONNELL, Guillermo , SCHMITTER, Philippe y otros «Transiciones desde un gobierno autoritario”. I,II III y IV . Ed. Paidós. Bs. As. 1988.Pag 118

[6] Prefiero utilizar el término “patrimonialismo” tal como lo acuñara Weber, priorizando la tipificación teórica a la conformación histórica. Sigo en este sentido a Oscar OSZLAK que rescata el término en «Políticas Públicas y Regímenes Políticos -Reflexiones a partir de algunas experiencias latinoamericanas-» Estudios Cedes, Vol.3, Nº2.1982

[7] Nos dice que: el Estado es una X( a determinar) que reivindica con éxito el monopolio del uso legítimo de la violencia física y simbólica en un territorio determinado y sobre el conjunto de la población correspondiente.” [7]

El aporte esencial que Bourdieu realiza a la definición weberiana es incorporar la dimensión subjetiva, pues el Estado no sólo se encarna en la objetividad de las estructuras sino también en “la “subjetividad”, bajo la forma de estructuras mentales, de categorías de percepción y de pensamiento. La consecuencia de esta incorporación en estructuras mentales adaptadas a las estructuras objetivas, es que la institución instituida se presenta con la apariencia de lo natural haciendo olvidar que es la consecuencia de una serie de actos de institución. BOURDIEU, P. “Espíritus de Estado” en Sociedad – Facultad de Ciencias Sociales UBA, Nro. 8, Abril de 1996. El autor explicita que realiza una forma transformadora de la célebre caracterización del Estado efectuada por Max Weber (“ el Estado es la comunidad humana que reivindica con éxito el monopolio del uso legítimo de la violencia física en un territorio determinado” )

[8] “El Estado es el resultado de un proceso de concentración de diferentes especies de capital, capital de fuerza física o de instrumentos de coerción (ejercito, policía ) capital económico, capital cultural , o mejor, informacional, capital simbólico ,..¨ y como consecuencia de esa concentración el Estado pasa a ser el detentor de un metacapital ¨que da poder sobre las otras especies de capital y sobre sus detentores¨ Es éste un capital específico que sólo posee el Estado y su concentración conlleva la construcción de un campo de poder entendido como ¨ el espacio de juego en el interior del cual los detentores de capital (de diferentes especies ) luchan especialmente por el poder del Estado, es decir sobre el capital estatal que da poder sobre las diferentes especies de capital y sobre su reproducción (a través principalmente de la institución escolar)¨[8] Creemos que su principal poseedor de este metacapital puede llegar a ser el Estado Provincial BOURDIEU, P. Ob. Cit Pag. 9

[9] BOURDIEU, Pierre. ¿Qué significa hablar? Economía de los intercambios lingüísticos. Ed. Akal. Madrid. 1985

[10] El habitus es lo social incorporado. Se trata de las “disposiciones a actuar, percibir, valorar, sentir y pensar de una cierta manera más que de otra, disposiciones que han sido interiorizadas por el individuo en el curso de su historia” BOURDIEU, Pierre. El interés del sociólogo en “Cosas Dichas” Ed. Gedisa Bs. As. 1988

[11] Lo he desarrollado en Trocello María Gloria “El discurso del régimen patrimonialista puntano” en “Escenarios Alternativos” Año 2 Número 3. Otoño de 1998.

[12] Max WEBER Ob.Cit. pag 180

[13] Max WEBER Ob.Cit. pag 185

[14] WEBER, Max. Ob.cit. pág. 188

[15] Boudie reemplaza la clásica relación social entre individuo y sociedad, por una relación construida entre los dos modos de existencia de lo social: las estructuras sociales externas, lo social hecho cosas, objetivado, (el campo); y las estructuras sociales internalizadas, lo social hecho cuerpo, incorporado al agente (el habitus).

[16] AUYERO Javier, “ La doble vida del clientelismo político” en Sociedad . Rev. de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA) abril 1996

[17] Coincido con el planteo efectuado por María Moria MACKINNON y Mario Alberto PETRONE en “Los complejo de la Cenicienta”, en “Populismo y Neopopulismo en América Latina, el problema de la Cenicienta ”, María Moria MACKINNON y Mario Alberto PETRONE, Comp-. Eudeba Bs As 1998. El tercer grupo no coincide pues he prorizado la mirada socioantropologica a la coyunturalista.

[18] ALVAREZ JUNCO, José “ El populismo como problema “ en, El Populismo en España y América. José Alvarez Junco y Ricardo González Leandri (Comps.)Editorial Catriel S.L. Madrid 1994.

[19] DE LA TORRE, Carlos. “Los significados ambiguos de los Populismos Latinoamericanos” en José Alvarez Junco y Ricardo González Leandri (Comps.), El Populismo en España y América. Editorial Catriel S.L. Madrid 1994

[20] Idem Pag.58

[21] Natalio Botana en “ La decada menemista es un claroscuro como la Asrgentisn” En nota de Clarin , Domingo 14 de noviembvre de 1999 pag 12 y 13

[22] ZERMEÑO, Sergio, “El regreso del líder: crisis neoliberalismo y desorden” Revista Mexicana de Sociología, 51 México, octubre – diciembre de 1998.

[23][23] TIRONI, Eugenio “Para una sociologìa de la decadencia “ en Revista Proposiciomes Nro 12 Santigado . Sud Ediciones. En el mismo sentido llama la atención Ernesto ISUANI, en “Anomia social y anemia estatal. Sobre integración social en Argentina”, en Revista Sociedad, Facultad de Ciencias Sociales UBA, Nº10, Buenos Aires, noviembre 1996 y Carlos NINO en «Un País al Margen de la Ley» Emecé, Bs. As., 1992

[24] PARAMIO, Ludolfo. “El final de un ciclo y la crisis de unos actores: América Latina ante la crisis de los ’90”. Ponencia presentada al XV Congreso Mundial de la Asociación Internacional de Ciencia Política. Bs.As. 1991.

[25] ROBERTS, Kenneth, “ El neoliberalimso y la transofrmación del populismo en America Latina. El caso peruano” en “Populismo y Neopopulismo en América Latina, el problema de la Cenicienta ”, María Moria MACKINNON y Mario Alberto PETRONE Comp Ob. Cit

[26] LACLAU, Ernesto. “Política e ideología en la teoría marxista. Capitalismo, fascismo y populismo”. Madrid: Siglo Veintiuno. 1980.

[27] La propuesta toma algunoselementos del planteo efectuado por Kenneth Roberts, Ob. Cit. Pag. 381, y los aporte de Leca en “Tres tipos de pluralismo y la viabilidad de la democracia” LECA. J En AGORA. Nro 2. Verano 1995. Bs As y en planteo global de Ernesto Laclau.

[28] EDELMAN, M “La construcción del Espectáculo Político” Manatila. Bs As .1991.

[29] En tal sentido se orientó el pensamiento de Gino Germani que se basó en las teorías de la sociedad de masas, con interpretaciones del peronismo asimilándolo al fascismo y al nazismo GERMANI G. Política y Sociedad en una época de transición B s As 1971. Paidós.

[30] MURMIS M y PORTANTIERO J. C. “ Estudios sobre los orígenes del peronismo” Bs. As, 1971, Siglo XXI

[31] ZERMEÑO, Sergio Ob Cit.

[32] CAVAROZZI, Marcelo.. “Autoritarismo y democracia (1955-1996). La transición del Estado al Mercado en la Argentina”. Editora Espasa Calpe Argentina S.A./ Ariel. 1997.

[33] KRISTOL. I. “Reflexiones de un Neoconservador. Pag. 12 Grupo editor de América latina Bs. As 1986. Citado por Julio Pinto en “ Neoconservadorismo y consolidación democrática en Argentina. En «América Latina en la última década. Represando la transición democrática. Julio Pinto Comp. CBC. UBA G

[34] Lo he desarrollado en amplitud en ““¿República o Patrimonialismo? Las luchas en el imaginario puntano” en ”Contrapuntos sobre política y democracia. Poder, legitimidad, cultura política e identificaciones colectivas”. Javier Escalera Reyes Editor. 1999. Universidad de Sevilla

[35]. LECA. J. Ob. Cit

[36] TROCELLO María Gloria “Poder político vs. Poder judicial. San Luis: un ring patrimonialista” “Revista de la Sociedad Argentina de Análisis Político ( SAAP) Año 3. Número 5. Primavera de 1997.

[37] ROBERTS, Kenneth Ob. Cit.

[38] BOTANA N. (idem)

[39] AUYERO J. “La doble vida del …..-. BUSTELO, Eduardo y MINUJIN Alberto “La política social esquiva”, en Revista de Ciencia Sociales Nº6, Universidad Nacional de Quilmes, Bs. As. 1997. GARGARELLA, Roberto » La Justicia frente al Gobierno». Falta de legitimidad democrática de la justicia. Ariel. 1996. O’DONNELL, Guillermo y DA MATTA, Norberto. » Privatización de lo público en Brasil- Microescenas- A Propósito de Microescenas y Microdramas: Notas sobre el Problema del Espacio y del Poder en Brasil.» En Revista Nueva Sociedad-Número 104, Caracas. Nov-Dic.1989. OSZLAK O. «Políticas Públicas y Regímenes Políticos- Reflexiones a partir de algunas experiencias latinoamericanas». Estudios Cedes . Vol. 3 Nº 2 .l980.

[40] Bustelo Graffigna Eduardo S.. El Abrazo. Reflexiones sobre las relaciones entre el Estado y los Organismos No Gubernamentales.

[41] Acorde con esto, la “hegemonía” no es otra cosa que la conquista del sentido común En este contexto, la “batalla” por la hegemonía comienza por la crítica del sentido común en la acepción gramsciana, pero en nuestra investigación reciclamos el planteo con aportes de semiósis a partir de análisis crítico del discurso del sentido común. El sentido común requiere de un discurso crítico capaz de articular y de hacer explícita la conflictiva relación de dominación cultural. Entendemos que una alternativa teórica enriquecedora para realizar esta crítica, puede partir del análisis de la vida cotidiana, pues en ella se interioriza el saber cotidiano, que consideramos la instancia previa a la internalización del sentido común.

[42] ALTHUSSER, Louis “ Ideología y aparatos ideológicos del Estado” Nueva Visión . Bs. As. 1969

[43] Entendemos que las significaciones son fenómenos intersubjetivos, resultado de las prácticas sociales y no de la conciencia individual.

[44] TROCELLO María Gloria “Poder político vs. Poder judicial. San Luis: un ring patrimonialista” “Revista de la Sociedad Argentina de Análisis Político ( SAAP) Año 3. Número 5. Primavera de 1997 «El discurso del régimen patrimonialista puntano”. Escenario Alternativos . Año 2 Vol 3 Marzo de 1998-

[45] LACLAU. Ernesto, “ Populismo y Transformacion del Imaginario Politico en America Latina” Boletin de Estudios Latinoameircanos y del Caribe. 42 Junio de 1987.

[46] ALVAREZ JUNCO, José Ob. Cit

[47] ALVAREZ JUNCO, José Ob. Cit

[48] TROCELLO, María Gloria. «El discurso del régimen patrimonialista puntano”. Escenario Alternativos . Año 2 Vol 3 Marzo de 1998-

[49]LAPLANTINE Francois, «Las voces de la imaginación colectiva. Mesianismo, posesión y utopía» Ed. Universitaires, Paris. 1974. Pag 68

[50] LECHNER Norbert, “Nuestros miedos” EN Revista Estudios Sociales, Año VIII No 15 Santa Fe Argentina , 2do semesttre de 1998. Pag. 149 a 162

[51] AUGE, Marc. «Los «no lugares» Espacios del Anonimato. Una antropología de la sobremodernidad». Editorial GEDISA.

[52]BOTANA, N .Ob. Cit

[53] LAPLANTINE, Ob. Cit. Pag 29 y ss

[54] LAPLANTINE, Ob. Cit

Dos primos hermanos: patrimonialismo y populismo

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