Silvia Anguiano de Campero
Profesora de Sociología I y II. F.I.C.E.S.- U.N.S.L.
W. Goode afirma en Sociology Today- 1977, «…que aún hoy la producción teórica sobre familia no suele ser uno de los temas predilectos de los sociólogos. En Argentina, la situación no es diferente a la de otros países». Así lo afirma Catalina Wainerman
«La familia es una institución que ha estado notablemente ausente de los programas de investigación de los científicos sociales en la Argentina… la Cepal afirma que su estudio fue relegado por otros temas que aparecen como más acuciantes … y por otra parte a las dificultades que opone la captación de su estructura y su dinámica» [1]. Sin embargo, los problemas que atraviesa la sociedad hoy, y después de un período donde se ha sometido a la familia a duras críticas ya sea como reproductora de la estructura social o como perpetuadora de las desigualdades e injusticias sociales, parecen colocar a la familia en un nuevo lugar en la mira de los sociólogos.
La situación de vastos sectores de la población bajo la línea de pobreza y con necesidades básicas insatisfechas, el aumento de la desocupación que afecta fundamentalmente a jefes de hogares, la indefención de los sectores populares por el retiro y desguace del Estado de Bienestar, ha generado una preocupación pública creciente en torno de esta institución.
Conforme a este interés, la investigación sobre familia se dirige especialmente a la indagación de problemas familiares con el objetivo de propender a su solución y de mejorar las políticas estatales encaminadas en esa dirección. En este sentido es meritorio el esfuerzo de la Unicef en esta temática, en especial los trabajos de Elizabeth Jelin, Catalina Wainerman, Eva Giberti, Ricardo Cicerchia, Rosa Geldstein entre otros.
Este interés se ve dificultado por la escasa producción teórica sobre este tema que descansa fundamentalmente en la creencia sobre la poca relevancia del tema familiar en relación al aporte que desde él puede hacerse a la teoría sociológica.
Esta creencia se basa en la hipótesis, que ha dominado un largo período en la sociología, que afirma el carácter dependiente de la variable familiar, por lo cual es posible explicar la familia por el sistema económico, político y social dominante, pero no es posible explicar otras instituciones o la sociedad a partir del estudio de la familia. Esta hipótesis surgida alrededor del siglo pasado está presente en los trabajos pioneros de Le Play (1871), para quien la familia precapitalista de tipo extensa es suplantada por la familia nuclear porque es la que mejor se adapta al proceso de industrialización en la sociedad capitalista o en Engels cuando afirmaba que el orden social se halla subordinado a los vínculos familiares cuando menos desarrollados están el trabajo y los medios de producción, no siendo posible por lo tanto, entender hoy el orden social a partir de los vínculos familiares sino a través de las relaciones económicas.
Nuestra convicción es que no hay objetos privilegiados epistemológicamente para indagar en lo social, y lo que señala la relevancia de un tema es el marco teórico en que se lo incluye. En este sentido la obra de Pierre Bourdieu proporciona un aporte sustancial, desde la teoría sociológica, porque construye una teoría sistemática que permite construir el objeto familia tanto con pertinencia teórica como con relevancia empírica.
En efecto, los aportes de antropólogos y sociólogos han delimitado un uso empírico que implica una definición clásica de familia. En este uso clásico se concibe a la Estructura familiar como relacionada fundamentalmente a un sustrato biológico: la relación entre los géneros, la procreación, la ligazón por la consanguinidad, el parentesco o mas excepcionalmente por la adopción, a los que se agrega la convivencia bajo un mismo techo, economía compartida, el sustento cotidiano, la reproducción material de la vida y del hombre: «el reino de lo doméstico».
En relación a su dinámica, el concepto de Organización da cuenta de los mecanismos de conservación de la unidad para la acción, distribución del poder, componentes ideológicos y afectivos que preservan la integración, que permiten su persistencia en el tiempo y su reproducción. [2] En este sentido Bourdieu aborda el tema desde una teoría general de las instituciones incluida en una teoría sistemática de lo social, poniendo en conexión teórica y empírica el tema de la estructura y dinámica de la familia, dándole así relevancia a su estudio.
Nuestro objetivo en el presente trabajo es analizar el artículo de Bourdieu «L’esprit de famille» incluído en el Anexo el libro Raison Practiques: sur la theorie de la action (Seuil-Paris-1994)
En este trabajo, hay dos conceptos fundamentales que se relacionan con este tema:el de lo familiar como «campo» en especial como campo doméstico, y el de la familia como «cuerpo». Para acceder a ellos, sin embargo, es preciso proceder a una breve introducción al sistema teórico del autor para entender el lugar que dichos conceptos tienen en él. [3] En su perspectiva este autor considera a la sociedad como un todo estructurado en clases sociales que se encuentran en lucha. La idea de espacio social es la que da cuenta del carácter estructural de este todo. Este espacio Social se extiende como una red constituida por las relaciones entre las diferentes posiciones que los agentes ocupan en la distribución o posesión diferencial de ciertos bienes que dan poder en el mundo social de los agentes. Alrededor de estos bienes se generan espacios de juego «históricamente constituidos con sus instituciones específicas y sus leyes de funcionamiento propias». Por lo que, el espacio social se nos presenta como un conjunto abierto de «campos» relativamente autónomos y más o menos subordinados en su funcionamiento y en sus transformaciones, al campo de la producción económica. El elemento central que delimita un campus es » que hay algo en juego (el Capital) y gente dispuesta a jugar» a realizar las «apuestas necesarias»; a » aceptar las reglas de juego o luchar por cambiarlas, definir las «cartas de triunfo» o luchar por » la definición misma de lo que está en juego». Esta es la lógica de la lucha por el poder que define y delimita un campo. El capital, como poder vigente en cada campo, actúa como principio de construcción de la diferenciación social entre posiciones que delimitan el espacio social. Este capital es el que está en juego en cada campo y lo que permite, a su vez, distinguir diferentes campos, fuertemente interdependientes, conforme al tipo de capital en juego (capital económico, cultural simbólico y social).
Las diferencias sociales se objetivan en tipos de bienes, casas, vestidos, modos de hablar de relacionarse, y se subjetivizan , en modos de ver, de pensar propios de la posición social del agente. El espacio social se convierte así en espacio social simbólico, constituído por grupos de «Status» con diferentes estilos de vida. Esta estructuración objetiva no privilegia el factor económico aunque reconoce su fuerza, ya que según este autor, las clases sociales dibujadas en el papel, construidas por el investigador (siempre en contacto con los datos) no se construyen por la consideración de un sólo factor ni una suma de factores, sino por la estructura de todas las relaciones entre todas las propiedades pertinentes que confieren a cada una de ellas su valor propio.
Condiciones objetivas y objetivaciones simbólicas contribuyen a la diferenciación social y la distinción simbólica entre las clases sociales.
Ahora bien, el mundo social está estructurado objetivamente, pero la posición que se ocupa en este espacio somete a los agentes a un condicionamiento semejante y por ello es probable que se adquieran disposiciones (formas de pensar, de percibir, de ver, de dividir y de evaluar, necesidades, capacidades, etc.) semejantes (habitus) que a su vez determinan una fuerte probabilidad de producir prácticas semejantes. Las estructuras objetivas son incorporadas por un trabajo de inculcación (instituyente) como estructuras subjetivas, ésto es, como criterios clasificatorios, modos de ver, percibir y decir que lo dejan dispuesto al agente para producir prácticas igualmente enclasables. Por ello el habitus es principio generador de prácticas y sistema de enclasamiento de esas prácticas que permite construir el «mundo social representado», dando las bases para la comprensión del «sentido común».
Las representaciones que los agentes se hacen del mundo social, contribuyen a la construcción de ese mundo.
Los sistemas simbólicos son instrumento de conocimiento y construcción de lo real. Estas representaciones constituyen un «punto de vista» o «vista tomada desde un punto» (desde la posición social que el agente ocupa).
El conocimiento de lo social y de las categorías que lo posibilitan es lo que está en juego en la lucha política. Lucha a la vez teórica y práctica por conservar o transformar el mundo social conservando o transformando las categorías de percepción del mundo social. Es posible por lo tanto, cambiar el mundo social, cambiando su representación.
La lucha política se lleva a cabo por un «trabajo de categorización, de explicitación y clasificación que representa un » formidable poder social, el poder de hacer los grupos haciendo el sentido común», que consiste en hacer existir, en objetivar, hacer visible y decible aquello que estaba en estado de experiencia individual (como malestar o inquietud) y que de esta manera se hace público. Lucha que se verifica sin cesar en el campo de la producción cultural mediante las luchas de producción cultural, en especial en el subcampo político. Lo que está en juego en la lucha política es, por lo tanto, la definición misma de lo que es » legítimo», en especial, de la «legitimidad » de los principios de división del campo social.
El poder que cada agente posee en esta lucha es proporcional al capital simbólico que ha acumulado, esto es, al reconocimiento que recibe de un grupo que le permite imponer un «percipere», una visión de las cosas, esto es, se le reconoce como autoridad o con autoridad para hablar. [4] Por una ficción social, una persona se transforma en símbolo del grupo, cerrando el círculo sobre sí mismo: «el mandatario recibe del grupo el poder de hacer el grupo». El grupo hace existir al portavoz y el portavoz es lo que permite al grupo existir.
Estas ficciones sociales son el producto de las luchas históricas que se verifican en cada campo y que se objetivan, se materializan en instituciones y se incorporan, por un trabajo instituyente, en las disposiciones de los agentes que las hacen funcionar o las combaten.
Las instituciones son así «invenciones sociales» cuya función es representar, hacer actuar y hablar a los «cuerpos».
Los «cuerpos» son otras invenciones históricas que dotan de una integración duradera a los grupos, afirmándolos como grupos, con una «identidad social», recreados continuamente por la acción de los portavoces permanentes, y las instituciones encargadas de reproducir la creencia en su existencia. Esta creencia, que está en la base de lo instituido, se logra por un trabajo instituyente(donde se destacan los rituales sociales) que tiende a la «naturalización» del grupo para justificar plenamente su existencia, que oculta lo que tiene de creación, de invención social e histórica.
Desde esta perspectiva, por fuerza expuesta en forma demasiado sintética, Bourdieu aborda el tema familia en tanto que ficción social, no totalmente artificial, ya que de otro modo la empresa de constitución no habría tenido éxito, como producto histórico de una larga elaboración colectiva.
En este sentido, creemos que la perspectiva teórica de este autor nos proporciona un marco adecuado para sistematizar tanto el aporte de autores claves del pensamiento sociológico, como también la sistematización de perspectivas provenientes de disciplinas como la sociología, antropología y psicología social, etc.
En efecto, ya se ha señalado con anterioridad la influencia que han tenido en su construcción teórica autores como Marx, Weber y Durkheim, para recordar los más significativos, y que muy sucintamente podemos distinguir: el aporte de Marx, en su concepción de la sociedad como un todo estructurado en clases sociales que se encuentran en lucha; el de Weber, en su distinción entre el mundo social objetivo y el mundo social representado y el reconocimiento de la dimensión simbólica como uno de los estructurantes de la sociedad en clases sociales, transformando el tema de la conciencia de clase (de Marx) en un problema político y de acción política y de lucha cultural (que recepta aportes de Gramsci); y finalmente, el aporte de Durkheim a su concepción del proceso de diferenciación social, institucionalización, proceso instituyente y de lo instituido como ficciones sociales creadas colectivamente.
En segundo lugar, al ser la realidad social, según Bourdieu, «objetiva y subjetiva a la vez», decantada en los cuerpo y en las cosas, permite considerar conjuntamente los dos paradigmas vigentes en las ciencias sociales: el objetivista que suelen privilegiar ciertos sociólogos, para los que el mundo social se componen de objetos independientes de la conciencia del individuo y de la voluntad de los agentes, que son capaces de coaccionar sus prácticas y representaciones, y por otra parte, el subjetivismo preponderante en otras disciplinas sociales que privilegian aquellos que toman por objeto la percepción, las perspectivas, los punto de vista que los agentes tienen de esa realidad.
Nos resta solamente efectuar una última consideración.
La teoría de este autor es una construcción sistemática constituida por conceptos construidos por el investigador en función de un problema de investigación. Estos conceptos se construyen en una relación constante y sistemática con los datos, que le permite, a su vez, relacionar sistemáticamente los hechos. Por lo tanto los conceptos tienen «significado» dentro del sistema teórico que los articula, por lo cual son válidos como instrumentos de análisis en la medida que son considerados empíricamente de modo conjunto y dentro del sistema que les confiere sentido.
El artículo sobre el L’esprit de famille está dedicado a analizar como «la familia», en tanto ficción nominal (categoría) deviene en grupo dotado de una identidad social, conocida y reconocida, esto es, se constituye en «cuerpo», que pone los límites dentro de los cuales la familia funciona como «campo». La construcción de un «espíritu de familia», del «sentimiento familiar» como principio afectivo de cohesión social es un principio construido socialmente que instituye el funcionamiento como «cuerpo» a un grupo que, de otro modo, tiende a funcionar como «campo». Gracias a este espíritu de familia que le permite constituirse en cuerpo, la familia cumple un rol determinante en el mantenimiento y reproducción del orden social, constituyéndose de este modo en una «ficción social bien fundada» y garantizada por el Estado.
La familia como principio de construcción y evaluación social socialmente construido.
En el discurso sobre la familia, lo que los agentes dicen de la familia, que los etnometodólogos califican cono ideología política, Bourdieu descubre un mandato social: el mandato de vivir en familia, el mandato de construcción del orden social estableciendo un agrupamiento en familias.
¿Cuál es el contenido de este mandato? Tomando por base el análisis etnometodológico sobre el discurso familiar, Bourdieu distingue las siguientes propiedades:
En primer lugar, se concibe a la familia «como una realidad trascendente a sus miembros, un personaje transpersonal dotado de una vida y un espíritu común y una visión particular del mundo». [5]
En segundo lugar se considera a la familia como «un universo separado en donde sus integrantes están comprometidos a respetar y perpetuar las fronteras» que lo separan de los demás, «idealizando su interior como sagrado, sanctum, secreto de puertas cerradas sobre su intimidad, separado del exterior por la barrera simbólica del umbral,lugar secreto de asuntos privados», privado en tanto propio y oculto a lo público, oculto a la mirada del extraño. [6]
En tercer lugar, agrega Bourdieu , el significado de morada:lugar estable donde vive la familia, asociado al de «maisonne: casa y todo lo que ella contiene como conjunto indefinidamente transmisible.
De esta manera concebimos la familia como agente activo, como sujeto de prácticas sociales, como sujeto capaz de pensar, capaz de sentimientos y acción, lugar secreto y sagrado y base de la transmisión patrimonial entre las generaciones.
Como mandato social, implica una serie de prescripciones normativas relativas a la buena manera de vivir las relaciones domésticas: la familia debe ser el lugar donde está suspendidas las leyes del mundo económico ya que es el lugar de la confianza y de los regalos (por oposición a mercado e intercambio económico), la familia debe representar la refutación del espíritu de cálculo, del interés económico (que requiere la equivalencia en el intercambio); la familia debe ser el lugar de los afectos y la confianza.
Como toda categoría la familia además de ser principio de construcción es principio de evaluación de la realidad social.En este sentido la familia se erige en modelo universal para evaluar todas las relaciones sociales, por oposición o cercanía, como por ejemplo cuando calificamos una relación de «fraternal» estamos significando que en dicha relación está suprimido el sexo y todo interés económico, como una relación entre hermanos.
Pero además, este principio de construcción social está, él mismo, socialmente construido y compartido.
Sostiene Bourdieu que «la familia normal» es un principio de visión y de división común, ya que está en todos nuestros espíritus porque «él nos es inculcado a través de un trabajo de socialización que opera en un universo que él mismo está organizado según la división en familias». [7]
Por el proceso de socialización, las estructuras objetivas son incorporadas a la psiquis como estructuras subjetivas, esto es, como principio constitutivos de nuestros habitus, como estructura mental, que al ser producto de la estructura objetiva se incorpora como estructura estructurada dispuesta a funcionar como estructura estructurante de nuestras prácticas (mas próxima al inconsciente que a la conciencia. Por eso está presente en todos los cerebros como «ley tácita de la percepción y de las prácticas» [8], «como principio generador de prácticas y representaciones»
La familia normal es un principio de construcción «inmanente al individuo (en tanto colectivo incorporado) y transcendente en relación a ellos puesto que se encuentra bajo la forma de la objetividad dentro de todos los otros, esto es trascendental en el sentido de Kant, porque al estar inmanente en los hábitus, se impone como trascendente», y agrega «Este es el fundamento de la ontología especial de grupos sociales (familias, etnias, naciones): inscritas a la vez en la objetividad de las estructuras sociales y en la subjetividad de las estructuras mentales, objetivamente orquestadas, ellas se presentan con la opacidad y la resistencia de las cosas a pesar de que son el producto de actos de construcción». [9]
Esta orquestación objetiva es la que funda la creencia de que la familia es lo más natural y universal de la experiencia humana. Esta «naturalización de la familia» oculta lo que tiene de creación arbitraria.
La familia como «cuerpo» y como «campo»
¿Por qué la familia a pesar de ser una creación arbitraria que no tiene más fundamento que la creación social nos parece la más natural de las categorías sociales y nos proporciona el modelo de todos los cuerpos sociales?
Porque ella se incorpora como habitus en el «seno mismo de una familia como ficción social realizada.
¿Cómo la familia en tanto ficción nominal deviene grupo real ?
Su hipótesis es que por un verdadero trabajo de institución la familia se constituye en grupo real, integrado y dotado de una identidad social conocida y reconocida.
El trabajo de institución consiste en un trabajo ritual y técnico que instituye los sentimientos, en cada uno de sus miembros,que aseguren la integración. Transforma a los miembros en «integrantes» de una unidad, hace nacer la unidad, la integra y la corporiza. La familia como cuerpo es un grupo integrado en un «nosotros» capaz de pensar y actuar en función de ese «nosotros». Este sentimiento de ser integrantes es la condición para que se efectivice la integración y se presente a los demás como unidad dotada de una identidad conocida y reconocida.
Las técnicas y rituales que componen este trabajo de institución viabilizan el mandato integrador, cierran al agrupo hacia adentro y lo presentan como unidad frente a los demás.(Se puede consultar Qué es hablar? de P. Bourdieu para una mejor comprensión de los ritos instituyentes)
Estas técnicas y rituales están presentes desde el momento mismo de la creación del grupo como cuerpo: casamiento, imposición de un nombre de familia, y se prolonga durante toda su existencia en celebraciones que consolidan la unidad familiar (que solemos eternizar en fotografías que conmemoran las celebraciones)
Este trabajo instituyente produce los «afectos obligados y las obligaciones afectivas» que nos sacan de nuestra disposición a actuar como individuos separados, incorporando en nosotros una disposición a actuar para el grupo, a través del mantenimiento del sentimiento familiar: el mandato de amor conyugal, amor filial, amor maternal, amor fraternal, obligación de amar que se transforma por este trabajo simbólico y práctico en «disposición amante», y dota a cada uno de los miembros del «espíritu de familia» generador de afectos, sacrificios, generosidad y solidaridad.
[10]Este principio está en la base de miles de actos cotidianos como atenciones, servicios, visitas, regalos y gentilezas que afectan principalmente a las mujeres quienes son las encargadas de mantener las relaciones por medio de intercambios rituales,
Este «espíritu de familia» es el precio que hay que pagar para que la familia funcione como cuerpo, es principio de cohesión, de adhesión vital al grupo familiar.
La institución familia se materializa así en grupos reales, se objetiviza en grupos dotados de una identidad social conocida y reconocida
La creencia en su existencia es así creada y renovada mediante ritos y técnicas instituyentes.
Este trabajo instituyente pone los límites de funcionamiento como «campo» al grupo familiar. La naturalización de la arbitrariedad social encubre el funcionamiento como «campo» de esto grupo social.En tanto campo la familia es un complejo interrelacionado de posiciones sociales que luchan, y donde la estructura del campo es un estado de esas relaciones de fuerza en el tiempo. Estas relaciones de fuerza física, económica, y sobre todo simbólica están ligadas al volumen y a la estructura del capital poseído por los diferentes miembros y a sus luchas por conservar o transformar esas relaciones de fuerza.
No todos los miembros internalizan del mismo modo la disposición a actuar como unidad, a conformarse con la visión dominante, por ello debe contarse siempre con el potencial de ruptura que tiene la familia funcionando como campo.
La dominación masculina orienta hacia la lógica de cuerpo, considerando Bourdieu que la integración sea probablemente un efecto de la dominación.De este modo, si bien la madre es en general la responsable de los rituales de integración provocando en sus miembros una afinidad de hábitus, la dominación masculina impone los límites a las luchas del campo doméstico. Este reforzamiento de la dominación masculina contribuye al funcionamiento como cuerpo de la familia.
La familia como agente de prácticas sociales y como reproductora del orden social
Garantizada su existencia como cuerpo, la familia se constituye así en sujeto de prácticas sociales, y de este modo se transforma en un elemento indispensable en la reproducción del orden social, no sólo en relación a la reproducción biológica de la sociedad, sino fundamentalmente en la reproducción social en general y en particular, en la reproducción del espacio social y de las relaciones sociales.
La familia es el lugar por excelencia de la acumulación de capital de diferentes especies y de la transmisión entre generaciones: «ella salvaguarda su unidad por la transmisión y para la transmisión a fin de poder transmitir y porque ella es la unidad de medida para transmitir. Ella es el sujeto principal de las estrategias de reproducción». [11]
Esto es posible verificarlo en la transmisión del nombre de familia, el apellido, elemento principal del capital simbólico hereditario; la transmisión del patrimonio, elemento central del capital económico y simbólico.
De este modo el grupo perpetúa o mejora o pierde su posición de clase, de acuerdo con el resultado de una gestión colectiva del capital familiar. La unidad familiar es la condición para una adecuación entre el interés egoísta que siempre amenaza con la dilapidación del capital poseído colectivamente por los miembros de la comunidad doméstica.
De este modo, la familia bajo la definición de «familia legítima» es un privilegio instituido en norma universal. El trabajo de institucionalización universaliza la norma hace exigible la norma universalmente, sin tener en cuenta que las condiciones para acceder a lo que se exige, no son para nada universales. Este privilegio, es además un privilegio simbólico: el tener una «familia normal» da una ganancia simbólica de normalidad. Como toda consagración social, es una consagración de diferencias y así como todo lo sagrado tiene su profano, toda familia normal tiene como contrapartida la familia que no es normal que queda diferenciada negativamente. En todo grupo institucionalizado hay un grupo oculto.
El Estado como instituyente de las categorías oficiales y de la vida familiar
¿Quienes construyen las categorías oficiales como instituciones existentes con la objetividad del mundo social, bajo la forma de cuerpos sociales con espíritu socializado bajo la forma de principios clasificatorios?
«Está claro, en efecto, que en las sociedades modernas el principal responsable de la construcción de categorías oficiales, según las cuales son estructuradas la población y los espíritus es el Estado, que a través de un trabajo de codificación combinando efectos económicos y sociales bien reales (como los subsidios familiares) viene a favorecer una cierta forma de organización familiar reforzando a quienes están en condiciones de conformarse a esta forma de organización y alentar por todos los medios, materiales y simbólicos el conformismo lógico y el conformismo moral como sistema de aprehensión y construcción del mundo, de la cual esta forma de organización, esta categoría es la clave». [12]
Los magistrados, los funcionarios estatales, los jueces pero también los agentes sociales, los trabajadores sociales y los sociólogos contribuyen a reproducir el pensamiento estatal cuando procediendo acriticamente hacen uso de las categorías de sentido común. Bajo la apariencia de describir una realidad social prescriben e imponen un modo de existencia: la vida en familia.
Los funcionarios, agentes sociales, demógrafos y sociólogos estas investidos para consagrar y trazar las diferencias.
La división entre lo público y lo privado encubre, que lo público está presente en lo privado ya que lo privado mismo depende de acciones públicas. Por un largo trabajo de construcción jurídico-político concretado en leyes la familia moderna y lo que entendemos por ella depende para existir de acciones públicas. El Estado interviene a través de todas las cuestiones sobre «el estado civil», a través de la justicia no solo cuando resuelve cuestiones de familia sino cuando para adecuar la pena tiene en cuenta de indicadores en conformidad con la definición oficial de familia; a través de la acción política como la política de vivienda, etc.
De este modo, concluye Bourdieu la familia es una ficción, un artefacto social, una ilusión de los sentidos en el sentido más ordinario del término, pero una ilusión bien fundada porque se produce y reproduce con la garantía del Estado, ella recibe del Estado los medios de asistencia y subsistencia
Esto nos conduce a repensar la definición misma de familia, el punto de vista del estudioso que al tomar por base el discurso oficial contribuye a construir la realidad que pretende verificar.
Notas
[1] – Catalina Wainerman.:Vivir en Familia, Losada. 1994. Bs. As. Ed. Unicef.
[2] – Jelin, E.: Vivir en familia. Ed. Unicef- Losada. 1994. Pag. 24 a 31
[3] – Estos temas pueden consultarse en la bibliografía editada en castellano de Bourdieu, P., que se señala al final del presente artículo.
[4] – Bourdieu, P: Espacio social y génesis de las clases. Pag. 306
[5] – Bourdieu, P: Op. cit. Pag. 136
[6] – Bourdieu, P:Op. cit. Pag. 136.
[7] – Bourdieu, P: Op. Cit.pag. 137).
[8] – Bourdieu, P: (pag. 137).
[9] – Bourdieu, P: (pag. 138).
[10] – Bourdieu, P: Op. cit. pág.140
[11] – Bourdieu, P: Op,cit.pág 140
[12] – Bourdieu, P: Op.cit. pag. 143-144
BIBLIOGRAFIA
BOURDIEU, Pierre: «Sociología y cultura» Ed. Grijalbo. México. 1990. (En especial los capítulos: «Algunas propiedades de los campos» y «Espacio social y génesis de las clases»)
BOURDIEU, Pierre: «La Distinción» Ed. Taurus. Madrid. 1988 (En especial los capítulos » El espacio social y sus transformaciones» y «El habitus y el espacio de los estilos de vida»)
BOURDIEU, Pierre: «Cosas Dichas» Ed. Gedisa. Bs. As. 1988. (El capítulo «Espacio social y poder simbólico»)
BOURDIEU, Pierre: «L’esprit de famille» Anexe «Raison pratique sur la theorie de l’action» Seuil – Paris. 1994.
GUTIERREZ, Alicia: «Pierre Bourdieu. Las prácticas sociales» Ed. Universitaria. U.N.Misiones – Dirección General de publicaciones. U.N.Cba. 1995.
JELIN, E., WAINERMAN y otros: «Vivir en familia» Ed. Losada. UNICEF. Bs. As. 1994.
WOOD, W y GROSS, N: «Sociology today» Traducción al castellano: S. Costa y E. Masullo. Cap. 5 y 7 «Sociología de la educación y de la familia». Ed. Paidós. Bs. As. 1977.