Dra. Mara Fuentes Avila.
Dra. en Psicología. Docente e investigadora
Facultad de Psicología – Universidad de La Habana – CUBA
La pertenencia del hombre a una determinada sociedad no presupone la existencia de una determinación automática, simplificada, rectilínea de su conciencia individual. Teniendo en cuenta su vida y vivencias inmediatas, la vida de cada hombre transcurre a lo largo de un recorrido vital por diferentes grupos e instituciones y en contexto sociales específicos. (Fuentes, 1990).
En este sentido, creo que se hace necesario establecer los ámbitos principales de construcción y desarrollo de la subjetividad que asocio directamente con la Escuela y la Familia, como privilegiados espacios socializadores de la personalidad y las diferentes instituciones en que se fraguan las individualidades que, en una permanente relación dialéctica instituído-instituyente, reproducen sus mecanismos de perpetuación y a la vez, inevitablemente, los van transformando en la medida en que las fuerzas instituyentes se abren camino en las grietas de lo instituído. (Fuentes, 1994 a)
En tal sentido, las instituciones producen individuos, los que a su vez, desde la particularidad de su subjetividad, están en condiciones tanto de sostener y reproducir dicha sociedad como de transformarla.
La permanencia y continuidad de las instituciones de una sociedad, es una consecuencia no solamente de las condiciones materiales y económicas, sino básicamente, no puedo pensarlo de otra manera como psicóloga, del entretejido sociopsicológico que logren establecer alrededor de un sistema de valores comunes.
La acción de las instituciones sobre sus miembros puede ser armónica o asimétrica, en la medida en que el conjunto de ellas funcione como un sistema coordinado donde se concretice, dadas sus singularidades y desde su particular, un proyecto social común; o como un conglomerado donde cada una actúa como un todo que se consume en sí mismo siendo por lo tanto imperfecto.
Así pues, las instituciones socializadoras de la personalidad por ejemplo, serán visualizadas por el psicólogo a partir de su funcionamiento en un marco social determinado bien en tanto un sistema coherente, articulado o como un conjunto de espacios físicos donde se realiza una actividad común. Como consecuencia, será entendido el desarrollo de su potencial para ejercer un efecto sociopsicológico de conjunto sobre la personalidad.
Otro aspecto a considerar en el funcionamiento institucional es el rol que se le concede al sujeto. Al interno de las instituciones escolares, el proceso de socialización debe atribuirle un papel activo al joven, es decir, el joven no puede ser visto como objeto del proceso de socialización, sino como sujeto activo del mismo; de lo contrario, el proceso de socialización pierde su verdadera esencia y se convierte más que en un proceso de formación, en uno de control social. (Martín-Baró, 1989)
Se hace necesario, pues, lograr una comprensión de que el funcionamiento institucional gira alrededor de ejes básicos alrededor de los cuales se construye el «producto» institucional. En el caso de la institución escolar, es obvio que ese producto es la formación alcanzada por los educandos. ¿Cuál sería en este caso el eje sobre el cual se entreteje ese producto educativo?
Desde mi punto de vista, ese eje habría que ubicarlo en el aula, concebida desde luego, no como espacio físico, no como ambiente, no como contexto social, sino como grupo sociopsicológico.
¿Qué supone ésto y cuál es el alcance de esta concepción?
Permítanme algunas reflexiones necesarias en relación a la noción de grupo.
Cuando se habla de la relación entre el individuo y la sociedad se hace referencia a que el sujeto está inserto en el campo social pero no es un proceso abstracto y difuso, sino como perteneciente e integrante de diferentes tipos de micro o macro agrupaciones (instituciones) que, de alguna manera, se distribuyen en grupos y que son parte del todo en las que se expresan necesidades del individuo como ser social, necesidades que van desde sentirse incluído y aceptado socialmente hasta patentizar la propia implicación al hacer efectivo el poder de decisión en ámbitos extrafamiliares.
El grupo pues, se va delineando como un proceso más amplio que la mera reunión de individuos, como un espacio imaginario y real en donde se transforman paulatinamente las relaciones y los vínculos de los participantes.
Este nuevo producto o estructura imaginaria, genera sus propias leyes de organización y determina el funcionamiento grupal, ajeno a la voluntad de sus miembros vistos como individualidades atomizadas.
Los grupos no son lo grupal. Por eso, en nuestro enfoque, diferenciamos la comprensión del grupo como contexto, del espacio grupal; tratando de diferenciar un enfoque de trabajo tradicional «en el grupo», de otro «desde el grupo», con una lectura de «lo grupal» en una mirada fluctuante entre diversos niveles de análisis y una articulación de diversos códigos.
El espacio grupal no es una realidad cerrada; es una construcción sociopsicológica que se hace visible desde las particularidades de la dinámica cuya lectura se hace necesaria para entender sus procesos de desarrollo. Lugar por excelencia de génesis y transformación, resignifica el lugar de «lo grupal» en un doble movimiento teórico: el trabajo sobre sus especificidades y su articulación con las múltiples inscripciones que lo atraviesan.
Al hablar del grupo como lugar de génesis y transformación, no quisiera que estos aspectos fuesen entendidos como dos momentos desligados, escalonados; como si se estuviera pensando en un orden de determinaciones o en una suerte de tensión entre ambos. Estamos en el campo de los procesos grupales, donde, desde una permanente interpenetración de lo social, lo grupal y lo individual, se posibilita la creación de un espacio peculiar, que resulta un lugar operativo de transformación social e individual. Es evidente que no estoy hablando de un espacio físico, sino de un espacio que se erige desde el vínculo intersubjetivo. (Fuentes, 1994 b)
Ahora bien, cabría preguntarse: ¿qué hacer para trabajar el aula desde esta concepción, es decir, visualizándola como espacio grupal?
En este enfoque, ubicamos la categoría actividad como el núcleo, el eje sobre el cual se van constituyendo todos los procesos dinámicos en el grupo.
Todo grupo se constituye con el objetivo de desarrollar determinadas actividades las que, desde sus especificidades concretas, requieren la acción conjunta, coordinada.
Sin embargo, hablar de actividad conjunta realizada por un número de personas en acciones coordinadas no presupone, en puridad científica, la existencia de una comunidad psicológica. Es menester pues, comprender que al hablar de actividad nos estamos refiriendo al momento objetivo de la acción conjunta, pero que la emergencia de lo psicológico es una consecuencia de la construcción de dos niveles de apropiación de esa actividad:
a) una apropiación subjetivo-individual, que ocurre cuando la actividad se convierte para el sujeto en tareas específicas que adquieren un cierto sentido personal y se incluyen en determinada organización de su proyecto individual de vida;
b) una apropiación subjetivo-grupal, que ocurre como consecuencia de la construcción de una meta compartida que es visualizada por la membresía como el «para qué» de lo que se está haciendo y se incluye, desde esta saliencia, en cada proyecto personal, en una perspectiva de aspectos compartidos con otros con los cuales, a partir de esta pertenencia, nos identificamos.
La relación actividad-tarea-meta, como un continuum de desarrollo a través del cual la actividad, como momento objetivo se torna en momentos subjetivos sucesivos, en el nivel individual y grupal, resulta ser el punto de partida de nuestra comprensión del problema de la construcción de la grupalidad, la subjetividad colectiva y la identidad.
En nuestro enfoque, adjudicamos al proceso de cohesión y de influencia el papel rector en la adquisición, que haga el grupo, de una capacidad sociopsicológica para potenciar su presencia y efecto de conjunto y construir, desde su interno, individualidades que contengan y reproduzcan, desde lo particular de cada subjetividad, los aspectos valorativos de su grupal y social más general.
Nuestras investigaciones acerca de la influencia grupal, realizadas con grupos de estudiantes, pusieron en evidencia que el proceso se estructura a partir de las peculiaridades de la actividad conjunta, en el sentido del tipo de interacción que promueve y el significado personal que adquiere para el sujeto, y desde la articulación que resulte entre las metas grupales, las necesidades individuales y los motivos de pertenencia y permanencia de la membresía.
Lógicamente, ésto que acabo de explicar no puede ser entendido, en modo alguno, como un proceso con un carácter automático ni simplista, en el que pudiera parecer que todo aparece predeterminado no ya desde la actividad, sino desde el tipo de interacción que promueve. Lo que estoy tratando de fundamentar es una lógica teórica que apunta a una regulación en la que quiero subrayar, por lo menos hasta lo aquí dicho, que el fenómeno de la influencia se va gestando desde aspectos organizativos y estructurales los que, inevitablemente atraviesan sistemas de vínculos interpersonales y estados psicológicos más o menos estables. (Fuentes, 1993)
De lo dicho hasta aquí, la idea fundamental que quiero subrayar es que de la articulación que resulte entre la meta grupal, las necesidades individuales y los motivos de pertenencia y permanencia, el grupo como tal puede tornarse en motivo para la satisfacción de las necesidades de sus miembros, pues sólo en y a través del grupo, la membresía comprende que puede satisfacer determinadas necesidades que les resultan de relevancia y significación.
Es imaginable pues, a partir del análisis de estas características, el alto valor que como referente conductual y valorativo adquiere el grupo al actuar como motivo para sus miembros, posibilitando en este sentido, el ejercicio de un alto nivel de influencia sobre su membresía.
Sin embargo, a pesar de que todos los grupos tienen esta capacidad potencial, no siempre esta posibilidad se torna realidad bajo condiciones espontáneas.
¿Qué es lo que falla? Pretender que la acción grupal se produce de manera automática sólo por existir la actividad conjunta, coordinada; e inclusive, pensar que los grupos que realicen actividades de alto valor social automáticamente tendrán que funcionar bien, es ignorar que las particularidades de la dinámica grupal van a estar afectadas no directamente por la significación social de la actividad, sino por el reflejo particular que dicha actividad tiene para el grupo en su conjunto.
De aquí derivamos la concepción de que las posibilidades de influencia de la actividad van a estar mediatizadas por las particulariades de los procesos de organización y dinámica grupal.
Así pues, el aula, trabajada como grupo sociopsicológico deviene un dispositivo mediador a través del cual se potencian procesos de influencia e interinfluencia. El aula es vista entonces, como un espacio que no es una realidad cerrada sino una construcción sociopsicológica que actúa y se hace visible desde las particularidades de su dinámica.
Me quedaría ahora por aclarar desde qué suerte de articulación el grupo construye un espacio sociopsicológico tal, que posibilita que el escenario grupal se torne en un lugar de transformaciones individuales, en un espacio donde nos introducimos en el camino de hacernos sujetos sociales y, a la vez, donde vivenciamos la experiencia más rica y fundamental de nuestro yo: la sensación de ser uno mismo.
Este interrogante nos conduce al problema de la cohesión grupal, la cual entiendo como expresión singular de la integración afectiva, valorativa y funcional que alcance la membresía al interno del grupo, lo que condiciona la complejidad estructural y funcional de este fenómeno.
La construcción que hace cada grupo de su cohesión, ocurre simultáneamente al proceso de desarrollo individual como consecuencia de la inserción particular que hace cada individuo al grupo y, de concientización de una pertenencia específica a su interno.
Este proceso, desde mi punto de vista, se articula desde el vínculo particular que establece cada sujeto con la tarea grupal, como consecuencia del sentido personal que adquiera, para cada individuo, en su relación con el sistema de necesidades personales y su carácter de motivo de pertenencia al grupo y/o permanencia en el mismo.
Y he aquí que, como resultado, la integración de la membresía puede ser producto, bien de un sistema de relaciones interpersonales basadas fundamentalmente en lo interindividual, que se construye durante la actividad conjunta al estar pobremente condicionada por el contenido de la misma, o bien de un sistema integrado de vínculos interpersonales que se construye desde la actividad conjunta, al estar fuertemente condicionado por el carácter de la relación particular que establece cada sujeto con la tarea grupal a partir de la cual deriva el lugar que le concede a los «otros» en el espacio grupal que comparten.
Como puede observarse, en nuestro enfoque estamos considerando la existencia de una permanente interpenetración del nivel personal, el interindividual y el grupal, lo cual nos aleja del error mecanicista en el que, a fuerza de subrayar la importancia de lo grupal, este proceso resulte ser cómplice de una concepción en que se establezca una relación de contraposición entre el individuo y el grupo.
El desarrollo de la grupalidad no ocurre, ni debe ser entendido, a despecho de la individualidad.
Lo grupal se estructura desde la presencia y participación de los miembros del grupo quienes, teniendo como base la actividad conjunta, entretejen un sistema de vínculos interpersonales que no puede ser entendido como una simple reproducción de cada individualidad, sino como portador de un «individual» redimensionado desde su ubicación física y presencia psicológica en un grupal específico.
La cohesión grupal es pues, el proceso que al interno del grupo produce una interpenetración de lo individual y lo grupal y resulta ser, tal como lo entiendo, el punto de partida en el estudio de los procesos de organización y dinámica del grupo y, la base sobre la cual emerge el espacio grupal y se erige la grupalidad como construcción particular de este proceso.
La grupalidad puede entenderse como emergencia totalizadora de sujetos en el que el otro existe para todos y cada uno, y no necesariamente de forma directa y personal, sino como un representante más de lo humano, semejante y diferente a la vez.
Todo esto que acabo de explicar de manera muy sintética, resulta ser un proceso consustancial a toda dinámica grupal, pero que se presenta con diferentes niveles de asimetría y desequilibrios, como consecuencia del grado de espontaneidad o dirección del proceso grupal.
Si el aula no es vista ni manejada como grupo sociopsicológico, entonces el proceso dinámico a su interno fluctuará alrededor de comportamientos asimétricos con las consecuentes emergencias de conductas grupales e individuales que «sorprenden» a los maestros, o que sencillamente no pueden explicar. «No me explico cómo ha ocurrido ésto en esta aula…» dicen no pocas veces maestros preocupados por fenómenos incomprensibles o inesperados.
El conocimiento de los procesos de dinámica grupal permiten no solamente visualizar el aula desde estos referentes ,con sus favorables consecuencias en el plano de la comprensión de los fenómenos emergentes y posterior acción correctiva en relación a los mismos sino, y ésto es probablemente lo más importante, que podrá dirigir el proceso dinámico en una perspectiva profiláctica conduciendo al grupo por los «mejores caminos» o lo que es lo mismo, favoreciendo su desarrollo. Esta conducción grupal desde un conocimiento de los procesos dinámicos a su interno supone:
– Favorecer la evitación de conflictos más que conocer cómo solucionarlos.
– Estimular la comunicación interpersonal más que intervenir en la resolución de desavenencias interpersonales.
– Desarrollar la cohesión del grupo en su conjunto más que favorecer el acuerdo inter subgrupos.
– Concebir la potencialidad de todos los alumnos de ejercer influencia sobre el resto más que estimular la acción de influencia de miembros específicos.
– Entender el liderazgo en el marco del desempeño de roles atribuídos por el grupo y asumidos en éste más que como un atributo particular de determinados miembros.
– Comprender la conducta individual como saliencia subjetiva del clima sociopsicológico más que como reacción personal atribuída a historias de vida.
Desde luego, lograr estas acciones supone no sólamente conocimientos teóricos sobre los procesos dinámicos al interno del grupo, sino también habilidades prácticas para operacionalizar estos conocimientos en situaciones concretas. Para ello estamos proponiendo, y esto constituye el segundo objetivo de este trabajo, un programa para el desarrollo de habilidades en el trabajo con grupos que le proporcionará al maestro los recursos científicos y técnicos necesarios para trabajar el aula desde esta perspectiva.
Los programas que se ofrecen están dirigidos a que los maestros utilicen técnicas psicológicas que les permitan:
– desarrollar habilidades para la conducción eficiente y dirección del aula vista como grupo sociopsicológico.
– promover el desarrollo de la comunicación eficiente y el entendimiento mutuo.
– determinar los factores sociopsicológicos asociados al desempeño de roles al interno del grupo y el efecto relativo de su influencia en el funcionamiento grupal.
– facilitar el establecimiento de relaciones interpersonales cálidas y eficientes.
– conocer y utilizar los aspectos sociopsicológicos que actúan sobre un grupo para mantenerlo cohesionado en el desempeño de sus funciones.
– detectar el clima sociopsicológico del grupo, interpretar los factores que lo condicionan e intervenir sobre el grupo para mejorar su clima.
Las características generales de los programas son las siguientes:
1.- Los programas están concebidos para ser impartidos tanto a grupos reales como a grupos nominales en una membresía no superior a 20 personas ya que el tipo de trabajo grupal que se realiza resulta muy difícil con un número superior de miembros.
2.- Paralelamente al trabajo de adquisición de conocimientos y habilidades asociado al tema específico del entrenamiento, los psicólogos responsables de su aplicación realizarán un trabajo diagnóstico del funcionamiento grupal.
3.- Los programas están estructurados en tres tipos de ejercicios:
3.1 Ejercicios de Conocimiento: Están dirigidos a ofrecerle a los cursistas los sistemas de conocimientos relativos al tema sobre el cual se esté ofreciendo el entrenamiento.
3.2 Ejercicios de Sensibilización: La introducción de este tipo de ejercicio tiene como objetivo que los cursistas no sólo conozcan los distintos aspectos sociopsicológicos asociados al tema de estudio, sino que vivencien en y desde su propia subjetividad, la presencia de los mismos en sus formas positivas y negativas.
3.3 Ejercicios de Reconocimiento: Están dirigidos a activar en los cursistas los conocimientos impartidos y aplicar los mismos a situaciones concretas en las que tenga que identificar, en sus distintas manifestaciones, los fenómenos estudiados.
4.- La evaluación de estos programas supone:
4.1 Constatación de la adquisición del sistema de conocimientos y habilidades asociado directamente a los temas del entrenamiento.
4.2 Evaluación del desarrollo alcanzado por el grupo.
4.3 Constatación de la puesta en práctica en el trabajo cotidiano del sistema de conocimientos y habilidades adquiridos.
Por último, permítanme compartir una reflexión hecha desde lo profesional pero sentida desde mi inserción como miembro de esta sociedad.
Los psicólogos no podemos resolver todos los problemas asociados al hombre; es evidente que otras partes de la sociedad deberán concurrir con su presencia y esfuerzo en este empeño. Pero lo que no podemos dejar de hacer los psicólogos es ver todos los problemas asociados con el hombre, y tratar de encontrar la traducción que en el plano de nuestra ciencia se hace posible.
La formación de nuestros hijos en las instituciones escolares pasa, inevitablemente, por la psicología social. Toca pues, a los psicólogos sociales pensar cómo contribuir a perfeccionar este proceso de cuyos logros nadie duda pero de cuyas imperfecciones tampoco.
La realidad social que en términos de grupo enfrenta el maestro en su cotidiano está plurideterminada; en ella concurren factores económicos, políticos, ideológicos, culturales, históricos; por lo que no podemos los psicólogos, adjudicarnos omnicomprensivamente toda la magnitud de su estudio. Otras especialidades de las Ciencias Sociales y, sobre todo, la rica tradición que la Pedagogía ha tenido históricamente en nuestro país tienen su espacio y deben utilizarlo.
Por mi parte, si alguien me preguntara por el espacio de la Psicología Social, le brindaría estas reflexiones.
La Habana, Octubre 1994.
BIBLIOGRAFIA
1.- FUENTES, M. (1990) «La relación individuo-sociedad: un enfoque marxista». En: Jiménez-Domínguez, B. (coord.) Aportes críticos a la Psicología en Latinoamérica Ed. Universidad de Guadalajara, Guadalajara.
2.- FUENTES, M. (1993) Psicología Social del Grupo. Investigación y Desarrollo de Teorías Ed. Universidad Autónoma de Puebla. Puebla.
3.- FUENTES, M. (1994 A) «Psicología y Desarrollo Social» Revista Cubana de Psicología (en prensa).
4.- FUENTES, M. (1994 b) «Psicología grupal: lugar de génesis y transformación» Revista Alelón, Año V, No. 5 Primer Semestre, Puebla.
5.- MARTIN-BARO, I. (1989) Sistama, grupo y poder. Psicología Social desde Centroamérica (II) Ed. UCA, San Salvador.
THE CLASS AS A SOCIOPSYCHOLOGICAL GROUP
Some recomendations for a didactics viewed from this perspective
ABSTRACT
This paper performs that an analysis of the school as an institution, emphasizing in the thesis that according to which any succes in that field of activity depends upon the teacher’s work in the classroom. It explains why it is necessary to understand the class not as a psysical space where certain activities take place, but as a sociopsychological space whose functional laws and regularities are dictated by group dynamic laws. It remarks the advantage of analysing these phenomenae from such a perspective, as well as its effects in such important fields of activity as interpersonal relations, intragroupal communication, conflict resolution or labor efficiency.