RESUMEN
Desde Comte y Durkheim en adelante, la familia fue considerada un elemento sumamente relevante para la comprensión -así como para el funcionamiento- del conjunto de la estructura social. Los trabajos científicos del siglo XIX, tanto como los posteriores, la consideran un elemento clave de coordinación entre individuo y sociedad, una instancia de significativa eficacia en el mantenimiento del vínculo social.
En el siglo XIX, la “cuestión familiar” se estructura a partir de la intensa preocupación por la ruptura de los lazos comunitarios a raíz de los profundos cambios generados por la revolución industrial. Hoy nos encontramos en una situación que presenta numerosas cuestiones en común con aquélla.
La CEPAL afirmaba hace pocos años que los estudios sobre la familia en América Latina habían sido relegados en beneficio de otros temas que parecían más acuciantes. Actualmente, resulta necesario que la familia vuelva a concitar el interés de los científicos sociales de la región. Además de los importantes cambios sociodemográficos experimentados en las últimas décadas, Internet -y la así llamada sociedad de la información- ha introducido profundas modificaciones en las rutinas cotidianas de millones de hogares.
¿Cómo afectará las relaciones familiares cara a cara la progresiva pérdida de contacto con la experiencia real que caracteriza el uso de Internet? ¿La era digital, tendrá implicancias significativas en la manera misma de concebir y desarrollar la vida familiar? ¿Es posible pensar una familia que no sea ya generadora de vínculos? El trabajo se orienta a la consideración de estas problemáticas.
Family relationships in the Internet Era: towards where?
ABSTRACT
From Comte and Durkheim onwards, the family was considered a highly relevant element for the understanding –as well as for the functioning- of the social structure as a whole. The scientific research during the XIX century so much so as the later ones, consider it as a key element for the coordination between individual and society, a significantly effective instance in the maintenance of the social link.
In the XIX century the “family issue” got structured due to the intense preoccupation for the rupture of community bonds rooted in the deep changes brought about by the industrial revolution. Today we find ourselves in a situation which presents numerous issues in common with that one.
A few years ago the CEPAL stated that research work about the family in Latin America had been laid aside to give priority to other subjects which seemed to be more urging. At present, it is necessary to stir up the region social scientists’ interest in the family. Besides the important sociodemographic changes in the last decades the Internet and the so called “information society”, has introduced deep alterations in the daily routines of millions of homes.
How will family relationships be affected in the face of the progressive loss of contact with actual experience which is the outstanding feature in the use of Internet?. Will the digital era have significant implications in the very way to conceive and develop family life? Is it possible to imagine a family which is no longer a link generator? The work is oriented towards the consideration of these issues.
1. Introducción
La familia ha ocupado tradicionalmente, ya desde la época de los padres fundadores, un lugar destacado en las preocupaciones teóricas y de investigación de los cientistas sociales. Desde Comte y Durkheim en adelante, la familia fue considerada un elemento sumamente relevante para la comprensión, así como para el funcionamiento del conjunto de la estructura social. De hecho, estos autores se dedican a analizar la familia motivados por su interés de estudiar la sociedad. Los trabajos científicos del siglo XIX, así como los posteriores, consideran a la familia un elemento clave de coordinación entre individuo y sociedad, una instancia de significativa eficacia en el mantenimiento del vínculo social (Cicchelli-Pugeault y Cichelli, 1999).
Comte (1852) considera que la sociedad humana está compuesta por familias y no por individuos. Por ello, sostiene que la familia constituye “el verdadero elemento sociológico”, la “célula social” natural, si bien reconoce la existencia de interconexiones e influencias recíprocas entre familia y sociedad. En su concepción, organización social y organización familiar se encuentran íntimamente ligadas, pero es la segunda la que permite estudiar y comprender a la primera. Es decir, para Comte, si bien la familia no constituye la meta del análisis sociológico, permite estudiar y comprender la organización social en su conjunto; es la única unidad de observación que resulta pertinente.
Durkheim, por su parte, asigna un particular interés a la sociología de la familia, considerando que ésta constituye la “especie social” más antigua y más “simple”. Propone examinar los tipos familiares “con la curiosidad natural que el naturalista o el físico ponen en sus investigaciones”, respetando la “naturaleza de las cosas” (1888). Así, a través del ejemplo de la familia Durkheim comienza a ilustrar la metodología que luego propondrá para abordar el hecho social, es decir, el objeto de estudio que asignará a la naciente sociología (1895). Atribuye también gran importancia a las relaciones que la familia mantiene con el medio social que le da cabida, haciendo claro hincapié en las fuerzas de estructuración externas que pesan sobre ella, es decir, en su definición social. En particular, destaca su relación con el Estado, considerando a éste como expresión del nexo entre el mundo de lo doméstico y la esfera de lo social.
La atención brindada por estos autores a la familia como tema de estudio, no debe resultarnos -por cierto- sorprendente. Los sociólogos del siglo XIX desarrollan su obra en medio de un clima generalizado de profunda preocupación frente al riesgo de ruptura de los vínculos comunitarios. La sociedad del siglo XIX es una sociedad en crisis, donde profundos cambios están afectando al conjunto social. La revolución industrial ha llevado a una dramática reorganización del mundo del trabajo, el cual ha experimentado el impacto de la incorporación de nuevas tecnologías. Se ha producido – además- un importante crecimiento de los centros urbanos, acompañado de un mayor aislamiento de los individuos y del deterioro en las condiciones de vida. En este contexto, un ámbito que aparece particularmente amenazado es el de la familia. Es en medio de este “clima social” que se instala con fuerza la reflexión sobre la cuestión familiar; la misma está fuertemente signada por la preocupación más amplia respecto del vínculo social mismo (Cicchelli-Pugeault y Cichelli, 1999).
Actualmente, parece obvio el paralelo que podemos establecer con algunas de las cuestiones que caracterizaron aquélla crisis. Nuevamente el desarrollo tecnológico juega un papel sumamente relevante. Al respecto, Manuel Castells, en su libro “La ciudad informacional” (1995) no duda en calificar a la actual revolución tecnológica como un “punto de inflexión en la historia”. Específicamente haciendo referencia a los desarrollos tecnológicos materializados en Internet, resulta hoy sumamente impactante observar la forma, rapidez y profundidad con que la red de redes está modificando la vida cotidiana de millones de seres en todo el mundo. Como dice Castells (1996), está “alterando fundamentalmente el modo en que nacemos, vivimos, aprendemos, trabajamos, producimos, consumimos, soñamos, peleamos o morimos.” Uno de los aspectos que resultan más interesantes del fenómeno Internet es, precisamente, que su impacto no se circunscribe -como en el caso de muchos otros extraordinarios desarrollos tecnológicos- a un área más o menos acotada de aplicaciones e impactos, sino por el contrario, sus efectos pueden rastrearse, hoy, en un sinnúmero de realidades humanas. Las nuevas tecnologías de información y comunicación (TICs) parecen plantear un horizonte de profundas modificaciones, incluso en cuestiones tales como la forma misma de experimentar o percibir el mundo, de pensarlo o conceptualizarlo. Parecen potencialmente capaces de establecer cambios significativos, incluso en las modalidades más íntimas de interrelación humana. Y todo permite indicar que recién nos encontramos en los albores de estos cambios.
La notable expansión de la red telemática y el creciente número de horas que diariamente, los individuos de la sociedad de la información pasan frente a la pantalla, está generando la aparición de nuevos fenómenos psicológicos y vinculares. En este sentido, cabe también observar las profundas modificaciones que Internet está introduciendo en la dinámica de las rutinas cotidianas de millones de hogares. El teletrabajo, la educación permanente, la posibilidad de entretenimiento y el desarrollo de una intensa vida social desde el propio hogar mediante la utilización de Internet, están configurando un escenario nuevo, cuyos alcances en la configuración psicológica de las personas y, concomitantemente, en las características que asume el entramado de los vínculos familiares, recién pueden comenzar a ser hipotetizados.
Las investigaciones realizadas hasta la fecha, tanto como los desarrollos teóricos vinculados a la problemática de Internet, recién están comenzando a plantear estos temas. El presente trabajo pretende aportar a la reflexión sobre los mismos.
2. Transformaciones culturales y relaciones interpersonales
Cuando hablamos de Internet estamos hablando, sin duda, de un hecho científico-tecnológico, pero también de un hecho cultural. Esta última será la dimensión de Internet que privilegiaremos en el desarrollo del presente trabajo. Siguiendo a Gés (1997), podemos decir que Internet es un hecho cultural, tanto porque es comunicación como porque está introduciendo nuevos comportamientos sociales que hacen referencia a una cultura y a una representación.
Si bien, algunos especialistas advierten respecto de los efectos perversos de la red sobre los usuarios, con su dramática secuela de depresión y soledad, lo cierto es que la aparición de Internet no sólo ha posibilitado la extensión de los vínculos y relaciones humanas a niveles que resultan totalmente inéditos, sino que también ha generado una multiplicidad de nuevas formas de interrelación. Teniendo sólo en cuenta el espectro de los vínculos afectivos más íntimos, Internet nos ha traído muchas novedades.
En este sentido, actualmente el inicio de una relación amorosa, así como el desarrollo de la misma utilizando los recursos cibernéticos, es una modalidad que resulta cada vez menos exótica (Finquelievich, 1999). Asimismo, parejas constituidas a través de modalidades tradicionales han encontrado en Internet una vía posible para la tramitación de gestiones de adopción. La reciente información periodística ha hecho público que ésta modalidad de gestión adoptiva resulta más frecuente de lo que pudiera pensarse.[ii]
Por otra parte, la utilización de Internet para el reencuentro con familiares directos, perdidos por diversas circunstancias, también comienza a verificarse con bastante frecuencia. En este sentido, el reencuentro de padres e hijos biológicos también ha encontrado espacio en las noticias periodísticas. Esta vez, incluso, en las provenientes de nuestro propio país.[iii] El reencuentro con los padres implica también, en muchos casos, el encuentro de hermanos que no se conocían.
Resulta también cada vez más frecuente, que Internet sea el medio que utilizan los padres separados para comunicarse con sus hijos, que habitualmente viven la mayor parte de la semana con la madre. En la apretada rutina cotidiana de los padres, y también en la de los hijos, resulta mucho más fácil utilizar el recurso del correo electrónico –que no exige coincidencia horaria en tiempo real- que tratar de hacerlo telefónicamente.
Pero Internet no ha traído sólo “encuentros”. También la información periodística ha servido para que se conociera, por ejemplo, el fallo favorable de un juez frente a una demanda de divorcio iniciada por una esposa al descubrir que su marido mantenía “relaciones virtuales eróticas” con otras mujeres. Dentro del rubro “desencuentros”, cabe también mencionar la paradojal existencia en la misma red, de grupos de autoayuda para las llamadas “viudas de Internet” (“Internet widows”). La denominación hace referencia a la “muerte anímica” de sus maridos debido a una adicción tal por la red que los lleva a relacionarse, según la opinión de las esposas, más con la computadora que con ellas.
3. La familia: ¿se transforma?
En el marco de las transformaciones sociales y culturales que fueron desarrollándose en los últimos decenios, las modificaciones sociodemográficas observadas respecto del modo de vivir en familia resultan particularmente significativas. Las ocurridas en Argentina reflejan de modo considerablemente fidedigno las tendencias observadas en otros países occidentales (Giddens, 1999). En términos sociodemográficos cabe señalar, que conjuntamente con el aumento de la esperanza de vida y el descenso de las tasas de mortalidad, se observa una disminución de la fecundidad, la postergación de la edad para contraer matrimonio, el aumento de las uniones consensuales, así como de las separaciones y divorcios. La familia nuclear completa –madre, padre e hijos solteros- sigue siendo la forma más frecuente de vivir en familia para todos los sectores sociales, el cambio que se observa es que, dicha forma, no constituye la única. Los hogares monoparentales y los “ensamblados” –denominados popularmente los de “los tuyos, los míos y los nuestros”- se han expandido en los últimos años de modo muy significativo. (Wainerman y Geldstein, 1994).
La trascendencia individual y social que han adquirido estos cambios replantea la cuestión familiar como una de las problemáticas centrales de los cientistas sociales de nuestros días. Abordarla adecuadamente requiere -de modo ineludible- hacer referencia al sentido o finalidad última que asignamos a la familia. Para ello utilizaremos, en el contexto de este trabajo, los desarrollos teóricos efectuados al respecto por la psicoanalista argentina Aurora Pérez (2001). Específicamente, Pérez plantea que la posibilidad de madurar como humanos depende, absolutamente, de ciertas condiciones que tienen que ver con las singulares características del entramado de los vínculos familiares, las cuales permiten llevar a cabo “procesos complejos y sutiles en esa vinculación.”
En el momento del nacimiento extrauterino, la criatura humana es un ser con un grado de indefensión tal que no puede sobrevivir por sí solo. Esta característica de la especie, la inmadurez anatómica y fisiológica con la que nace el bebé, así como la carencia de un psiquismo desarrollado, plantean -para que sea posible su sobrevivencia- la necesidad de que sea “complementado” por adultos de la especie. “Salido del útero, -dice Pérez-, el bebé cae en una nueva matriz, ahora extrauterina: el grupo familiar.” Los suministros necesarios al bebé, tanto los biológicos como los psicológicos, se llevan a cabo a través de las vinculaciones que configuran la trama familiar. Estos vínculos en red, y fuertemente connotados emocional y afectivamente, ofician de canales y son vehículo de todo tipo de intercambio en ambas direcciones. Los suministros necesarios para el normal desenvolvimiento del bebé, tanto los biológicos como los psicológicos, se llevan a cabo a través de tales vinculaciones.
El grupo familiar cumple así, desde esta perspectiva, distintas funciones, toda ellas fundamentales. Una función matricial, que es el soporte de las demás funciones. Permite que la trama familiar oficie de placenta extrauterina a fin de complementar la incompletud, madurar la inmadurez y sostener el desamparo y la indefensión del ser humano en el momento de su nacimiento. En segundo lugar, una función de humanización, metabolizadora y transformadora de las vivencias emocionales destructivas y desintegradoras que experimenta el bebé -cada vez que una necesidad lo acosa- en las vivencias opuestas de satisfacción e integración. Ello incrementa sus tendencias amorosas y posibilita el desarrollo y maduración del psiquismo y, de este modo, la humanización progresiva del bebé. En tercer lugar, cumple una función de individuación, es decir, de construcción de la capacidad de funcionar en forma autónoma e independiente tanto en los actos como en los pensamientos, y que resulta de la posibilidad de identificarse con las figuras primarias mediante la vinculación íntima y apaciguadora generada con las mismas. De este modo, la familia provee el modelo y otorga la identidad, eje de la autonomía del individuo adulto. Por último una función socializadora, dado que los intercambios generados en la trama familiar inscribirán en el aparato psíquico los modelos de interrelación que serán luego trasladados al intercambio macrosocial. Durante su desarrollo el niño absorbe la dinámica familiar, que impregnará sustancialmente su condición de ser social.
De este modo, la “fragua familiar” es la responsable de haber llevado a un individuo desde su dramático desvalimiento original hasta emerger como un individuo provisto de todas sus funciones. Este complejo proceso de maduraciones sucesivas, donde resulta tan importante sostener la vida biológica como organizar el psiquismo, se prolonga alrededor de las dos primeras décadas de la vida. La maduración normal del ser humano requiere de un período de convivencia lo suficientemente prolongado como para posibilitar el entretejido de un minucioso e íntimo proceso de internalizaciones e identificaciones que vertebran el sentimiento de identidad personal.
Siguiendo la conceptualización desarrollada por Pérez se podría decir que, para la especie, la familia constituye la matriz de lo psíquico, la condición de posibilidad de lo humano. Simultáneamente, para los adultos que la componen, la familia constituye un ámbito donde tienen lugar profundos y trascendentes procesos psíquicos vinculados a la universal condición humana de vulnerabilidad, de ser acechado por la muerte. Esta angustiosa y universal vivencia humana encuentra en la interrelación familiar la oportunidad de una doble resolución: por un lado, la de experimentar la mitigante vivencia de un profundo y estable vínculo amoroso con otro adulto. Por otro, ofrece –más allá del vínculo amoroso con el hijo- la posibilidad de continuarse tanto física como psíquicamente en ese hijo; de quedar inscripto en la mente de ese hijo, a través de los sutiles y complejos vínculos, anteriormente descriptos, que se establecen al interior de la familia. El ser humano alcanzaría de este modo la forma de “burlar” su inevitable destino. El despliegue físico y psíquico del hijo “lo eterniza”.
Desde esta concepción, la familia constituye la modalidad de convivencia básica de la especie humana, una exigencia misma de la especie. El sentido y la finalidad que le atribuye, el rol que desempeña como condición de posibilidad de lo humano resulta, así, insustituible.
4. Modificaciones del ámbito hogareño
Tal como ocurriera en época de los fundadores de la ciencia social, en la sociedad actual se percibe un clima generalizado de inquietud vinculado a las profundas modificaciones que, globalizadamente, el mundo está experimentando en este cambio de milenio. La velocidad con que estas modificaciones ocurren, aporta un ingrediente muy significativo a la complejidad del momento. En este sentido, para algunos estudiosos la situación es tal que no dudan en calificar al mundo en que vivimos como un mundo verdaderamente “desbocado”. Al respecto, es Giddens (2000) quien señala que “de todos los cambios que ocurren en el mundo, ninguno supera en importancia a los que tienen lugar en nuestra vida privada –en la sexualidad, las relaciones, el matrimonio, la familia-“. Podemos decir que la globalización, los cambios que están teniendo lugar, no sólo tienen que ver con “el afuera”, con los grandes sistemas o las instancias macrosociales, sino que constituyen también un fenómeno “del adentro”, algo que influye de modo significativo en los aspectos más íntimos y personales de la vida. Es en el propio hogar, escenario privilegiado de las relaciones familiares, donde pueden observarse esos cambios.
En el marco del presente trabajo nos centraremos en los cambios que Internet y las nuevas tecnologías están produciendo velozmente en miles de hogares en el mundo. Uno de los de mayor trascendencia para el ámbito familiar y hogareño es el producido por el teletrabajo, y con él la posibilidad de que tanto el padre como la madre, desarrollen su jornada laboral -total o parcialmente- dentro del propio hogar. De este modo, dice Finquelievich (1998), “por primera vez desde la Revolución Industrial, el hogar, que había quedado relegado al espacio y al tiempo extra-laboral, vuelve a integrar las funciones de producción, gestión y reproducción”. Si bien en un primer momento se apreciaron sobretodo las ventajas de esta nueva situación (la mayor flexibilidad horaria que permitía el menor insumo de tiempo y recursos económicos en traslados innecesarios, la mayor disponibilidad de tiempo para la vida familiar, etc.), con el transcurso del tiempo han comenzado a considerarse aspectos cuya importancia había sido secundarizada, tales como las dificultades del teletrabajador para autogenerarse sus propios parámetros de organización, la sensación de aislamiento, las dificultades de compatibilizar el trabajo con el sinnúmero de demandas provenientes del ámbito físico hogareño donde éste se realiza, las tensiones resultantes de este esfuerzo de compatibilización, etc.
Otro cambio significativo ocurrido en el entorno familiar lo constituye la posibilidad de acceder a través de Internet a una verdadera “educación continua” desde el propio hogar. En este caso, a las oportunidades abiertas por la denominada educación a distancia debe agregársele la riqueza y posibilidades de un recurso educativo concebido con características altamente interactivas y flexibles. La educación a distancia en línea consolida, particularmente, el proceso de transnacionalización de la educación superior ya observado en los finales del siglo XX. Adultos y jóvenes encuentran, cada vez con mayor frecuencia, la posibilidad de realizar a través de la red estudios de grado y de posgrado referidos a los más variados temas y ofrecidos por las más prestigiosas instituciones académicas de todo el mundo. La proliferación de campus virtuales ofrece asimismo, un sinnúmero de posibilidades de contacto y comunicación -tanto formales como informales, académicos y extraacadémicos- entre las diversas instancias involucradas en dichas comunidades educativas.
Por otra parte, la posibilidad misma de entretenimiento y de llevar adelante desde el propio hogar una intensa “vida social” de encuentro e intercambio, se ha visto significativamente incrementada con la llegada de Internet. Esto ha llevado a introducir profundos cambios en la utilización que los diversos integrantes de una familia realizan de su tiempo libre, así como del destinado al descanso. Se observa frecuentemente, en particular entre los adolescentes y jóvenes, un uso tal de los recursos en este sentido provistos por la red que los lleva a modificar sus pautas horarias, restándole horas al sueño, a las necesidades fisiológicas y, básicamente al contacto con los “otros” reales, incluidos los “otros” miembros de la familia.
Puede decirse que Internet ha generado múltiples ámbitos de relaciones de alta significación para los involucrados; ámbitos que como tales resultan externos al conjunto de vínculos configurados al interior de cada familia pero, simultáneamente, son establecidos y desarrollados desde la intimidad del propio hogar, originados dentro del marco del espacio-tiempo familiar. ¿Qué impactos o consecuencias podría esperarse de ello?
Evidentemente Internet resulta hoy indispensable, en gran medida, tanto en el trabajo, el estudio, la comunicación o el entretenimiento, pero cabe también la posibilidad de plantear, -tal como lo señala Eduardo Romano (2000)-, que “traspasado cierto umbral, el instrumento genuino pueda transformarse en el punto de partida para la introversión, el aturdimiento y la videoadicción”. El hogar aparecería así como el ámbito donde rápidamente pueden detectarse las consecuencias de un uso abusivo de la red, con claras repercusiones en el conjunto del entorno familiar.
5. Relaciones familiares e Internet: ¿paradigmas relacionales irreconciliables?
Al hablar de familia se requiere, siguiendo a Flandrin (1979), hacer referencia a dos acepciones diferentes del término. Por un lado, a una más frecuente en el ámbito de la antropología, que alude taxativamente a la noción de parentesco: “la totalidad de las personas conectadas por casamiento o filiación”. Por otro, la acepción que resulta más usual en el campo de la sociología que suma la noción de co-residencia a la de parentesco: “personas relacionadas por parentesco que viven bajo el mismo techo”. Esta última concepción de familia, que recién se introdujo en el siglo XIX y para la que también se utilizan como sinónimos los términos “unidad doméstica” u “hogar”, hace referencia expresa a un grupo social concreto que existe como tal en un tiempo y espacio determinados.
Vemos así que para plantear el tema “familia”, resulta indispensable precisar las variables tiempo y espacio, en un doble sentido. Por un lado, un “tiempo” que hace referencia a un momento histórico particular, y un “espacio” que es geográfico (físico) y cultural. Considerando esta primer noción de dichas variables puede decirse que la familia – como núcleo primario o célula social básica “reproductora”, en las múltiples dimensiones del término-, ha conocido diversas configuraciones vinculadas a los diversos momentos históricos y culturas. En la actualidad, incluso si sólo nos circunscribimos al mundo occidental, podemos observar –tal como dijéramos anteriormente- diferentes tipos o configuraciones familiares. Pero todas y cada una de ellas comparten -de una u otra manera- un “espacio-tiempo” común; “espacio” que se redefine aquí como “hogar” y “tiempo” que adquiere la dimensión o el sentido de “existencia compartida”. Es precisamente este espacio-tiempo común el que posibilita y sostiene el desarrollo de ese íntimo contacto personal, físico y emocional, que caracteriza los vínculos familiares.
El origen de la familia lo encontramos en la relación conyugal, establecida de hecho o de derecho. Lo corporal, la corporalidad, las relaciones físicas entre los cuerpos, han tenido -desde antiguo- el marco institucional al que denominamos “familia”. Efectivamente, ha sido dentro del marco de la organización familiar donde, regularmente, han tenido -y tienen- existencia los más íntimos y trascendentes hechos físicos humanos: el contacto sexual, la gestación de los hijos, el nacimiento, la crianza. Incluso la muerte, antes de que fuera confinada en nuestra cultura al ámbito de las instituciones de salud, -a las terapias intensivas-, era un hecho que ocurría en la intimidad familiar. Con esto quiero señalar que lo corporal, el mundo físico, las relaciones “físicas” parecen constituir una dimensión fuertemente significativa, incluso podemos decir fundante de la misma organización familiar. Desde este punto de vista, podríamos afirmar que la familia constituye un paradigma relacional anclado muy fuertemente “en los átomos”. Tal como la conocemos, el mundo de los “bytes” resulta un universo bastante ajeno.
Otro elemento central del modelo relacional que estamos analizando hace referencia al tipo y forma de organización que asumen la multiplicidad de relaciones implicadas en el mismo. Tanto desde una perspectiva sociológica, fenomenológica como psicoanalítica, puede señalarse que las mismas no resultan equiparables, ni constituyen, tampoco, un conjunto indiferenciado. Por el contrario, las relaciones familiares presentan una fuerte organización, constituyen una estructura de relaciones rigurosamente jerarquizada, que reconoce roles, vínculos y funciones taxativamente diferenciadas (conyugales, parentales, filiales, fraternas, etc). Simultáneamente, dicho entorno vincular genera una fuerte identidad y diferenciación, tanto en términos individuales como de grupo. La identidad personal y la identidad grupal –familiar- se estructuran como instancias diferenciadas, si bien reconocen complejas articulaciones y contactos. El sentimiento de pertenencia o identidad colectiva configura un aspecto significativo de la misma identidad personal de cada uno de los miembros, si bien ésta última resulta claramente la instancia privilegiada.
La lógica que domina Internet plantea un interesante contrapunto con la lógica que estructura el entramado de las relaciones familiares. En el ciberespacio las interacciones pueden ser caracterizadas de forma radicalmente opuesta a aquellas que se desarrollan en el marco de los vínculos familiares. En Internet la interacción es típicamente a-espacial, a-sincrónica, a-corpórea, a-jerárquica, e incluso, muchas veces anónima. Esto concretamente quiere decir, como plantea Marcel Gés (1997), que la proximidad física resulta totalmente irrelevante: la distancia no afecta a la interacción; tampoco necesita la co-presencia ni la coordinación en un tiempo real; prescinde de los cuerpos del mundo físico; plantea una situación considerablemente desjerarquizada o de fuerte igualitarismo entre los usuarios, en la que incluso la identidad personal “real” puede resultar un dato totalmente irrelevante.
La existencia y expansión creciente de este nuevo paradigma relacional, ¿de qué modos y en qué medida podrá afectar otros paradigmas relacionales existentes? Específicamente, ¿cómo y en qué medida lo hará con el paradigma relacional implicado en la institución familiar? Hay un sinnúmero de preguntas que vienen a nuestra mente y para las cuales, aún, no tenemos respuestas. Nos encontramos recién, en el momento de formular los primeros interrogantes. ¿Cómo afectará las relaciones cara a cara la progresiva pérdida de contacto con la experiencia real que caracteriza al uso de Internet, dónde el “espacio” (el “territorio” de la experiencia real) se convierte en velocidad (de transmisión de la información)? ¿Cómo afectará las relaciones familiares la pérdida de la noción de contacto personal, físico y emocional, que en el mundo de la red es substituido por la transmisión y la interacción virtual? ¿Tendrá implicancias significativas en la manera misma de concebir y desarrollar la vida familiar? ¿Cómo quedarán resignificados los vínculos familiares en el vasto espacio de representación que es el ciberespacio?
6. Comentarios finales
En el inicio del nuevo milenio y ante las profundas transformaciones científico-tecnológicas y socio-culturales en curso, cabe –ciertamente- que nos preguntemos acerca del futuro de la institución familiar: ¿hacia dónde vamos?
La familia, ¿seguirá existiendo como espacio privilegiado de articulación entre el mundo privado -íntimo y personal- y el contexto social externo?, ¿podrá incorporar –sin estallar- la nueva lógica de funcionamiento propuesta por las nuevas tecnologías, e inserta diariamente dentro de la cotidianeidad del propio hogar? ¿O Internet instaura un paradigma que terminará devorando el paradigma relacional familiar, al menos tal como lo conocemos hasta ahora?
En ese sentido cabría complementar lo dicho, haciendo referencia a desarrollos científicos de otros campos. La revolución digital expresada por Internet y las nuevas tecnologías de la información y comunicación, parece ser sólo la primera parte de un proceso de cambios y transformaciones más amplio y profundo. Según Alvin Tofler (2001), en nuestros días, apenas empezamos a sentir el impacto de la convergencia biodigital.
Los cambios sustanciales en curso en los campos de la genética y la biotecnología, asociados con el paradigma relacional sustentado en las nuevas tecnologías telemáticas, parecen sugerir la creciente proximidad de la sociedad imaginada por Huxley en “Un mundo feliz”. En esa sociedad, la idea de relaciones personales íntimas y comprometidas, la idea de familia, de reproducción sexual realizada en el cuerpo humano, se han vuelto algo brutal, primitivo, una obscenidad propia de salvajes confinados en un lejano Sur. ; algo que resulta literalmente inconcebible, producto de un tipo de vínculos que no tienen cabida dentro del nuevo paradigma relacional que ha logrado consolidarse.
¿Es hacia allí que nos dirigimos?
Quizá, como Pierre Levy -autor de “La technologie de l´intelligence”- cuando plantea la relación entre lo virtual y lo real, podamos pensar que”: no se necesita imaginar la cuestión en términos de sustitución, sino de complejidad, de imbricación, de redefinición, de apertura de nuevos espacios”. En este sentido, puede decirse que la invención de la escritura produjo, sin duda, enormes cambios y muchas cosas fueron captadas por este nuevo sistema de signos. Sin embargo, la gente no ha dejado de hablar; ni de pensar, ni de sentir y amar. Por el contrario, esa “invención” introdujo una revolución extraordinaria en las posibilidades del pensamiento, del discurso y de las realizaciones humanas.
De la misma manera, parece probable conjeturar que la expansión del paradigma relacional digital no llevará a la gente a dejar de relacionarse de ese modo “natural”, íntimo y cara a cara, que configura el tipo de agrupamiento humano -tan particular y trascendente- que denominamos “familias”. El desafío extraordinario de este nuevo milenio será lograr integrar los increíbles desarrollos científicos y tecnológicos, de modo tal que permitan ampliar los límites de la experiencia humana sin des-humanizarla, enriqueciéndola y profundizándola.
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Instituto de Investigaciones Gino Germani
Uriburu 950, 6º piso-1114 Buenos Aires
Tel. y fax: 4862-1892
[i] Ponencia presentada en el XXIII Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología
(ALAS). Comisión Nº 27: “La institución familiar en el nuevo siglo: transformaciones e intervenciones”
[ii] DIARIO “LA NACIÓN” de fechas 9 de marzo y 10 de abril de 2001. Reseña el caso de un matrimonio californiano que había adoptado –a través de una agencia de adopción que operaba por Internet- a dos gemelas norteamericanas. El matrimonio inició una batalla legal por la tenencia de las mismas al conocer que una pareja británica, a quienes les fueron ofrecidas en adopción al mismo tiempo, reclamaba también la tenencia de las niñas.
[iii] DIARIO “CLARÍN” de fecha 6 de marzo de 2001. Relata el reencuentro ocurrido, luego de más de veinte años, entre una madre y su hija, gracias a un correo electrónico que la madre –desde España- enviara a un diario local de la ciudad de Santa Fe, donde suponía que su hija podría estar viviendo. Una periodista del diario logró, efectivamente, ubicar a ésta en un humilde barrio del noroeste de la ciudad, posibilitando así la concreción del reencuentro por Internet.