Durante el año 1997 alguien, tal vez con esa manía de buscar y enfrentar desafíos, propuso a un grupo de colegas iniciar las tareas para llevar adelante una publicación científica. Ese alguien, quizá porque desde sus épocas como estudiante universitaria había escuchado aquella frase: “publicar o perecer”, pensó que también en ese espacio – donde había elegido desarrollar su vida académica- era posible iniciar ese proyecto. Pero, más allá de circunscribirlo a una obligación, se ponía en juego el papel central de las palabras, compartir avances de investigaciones y debates de ideas, entre otros aspectos. Las reacciones de ese pequeño grupo de colegas le resultaron incomprensible en un primer momento, pues no lograba entender que una propuesta que convocaba a la creatividad y sumar esfuerzos pudiera comprenderse como algo hilarante o fantasioso. Más allá del paso del tiempo, aquellas palabras quedaron en la memoria: ¿hacer acá una revista científica? Esa frase resonó unas horas en su mente, pero, antes que disminuir el interés por la propuesta le permitió buscar rápidamente aliados en otros espacios. Bastó una llamada por teléfono para obtener una respuesta que, en los años por venir, se reiteraría cada vez que ese alguien necesitara una opinión o una ayuda en temas académicos. Del otro lado de la línea, la dueña de esa voz característica y siempre afable, expresaba una palabra no habitual en un espacio laboral donde la generosidad no era moneda corriente:
-“Vamos, confío en vos”.
No sería la única ocasión que reiterara esa expresión, que de ninguna manera era una mera respuesta para dejar conforme a alguien. Por el contrario, tras ellas expresaba su compromiso de trabajar juntas en ese proyecto. No se eludía la responsabilidad mientras se planificaban las acciones. Tampoco buscaba protagonismo ni retribuciones económicas. Sólo acompañar proyectos que, quizá, a otras personas podían resultar fantasiosos, pero ella advertía si valía o no apoyar.
En aquel momento se gestó KAIROS, revista de temas sociales. Al llamado inicial se sucedieron otrxs con reconocidos investigadores nacionales. Se conformó con ellxs el primer Consejo Asesor de la publicación y el número inicial constó con artículos científicos de ellxs mismos, mostrando su confianza en un proyecto que nacía con desconfianza y también
invisibilidad hacia el interior del propio espacio laboral, pero con el reaseguro científico de unos pocos investigadores nacionales.
Aquél diálogo de principios de 1997 continuó acrecentándose afectuosamente sin dejar de lado, cuando así lo ameritaba la situación o los temas, la rigurosidad científica que la caracterizaba. Llegaron encuentros por actividades académicas en la Maestría en Sociedad e Instituciones, sin anteponer jamás un previo acuerdo económico. Al año siguiente, de nuevo volvió a hacer realidad aquella frase expresada tiempo antes y aceptó dirigir el proyecto “Crisis de la cotidianidad: relaciones sociales y estrategias conductuales”, precuela de los proyectos que – a partir de 2000- se abocarían al estudio de las culturas juveniles.
En esos años también se entremezclaron dolores personales sin que se alejaran los diálogos telefónicos o encuentros en algún bar citadino o en el clásico departamento que, con el paso de los años, sería un espacio de conversaciones prolongadas que se iniciaban con un tema pueril para ir adentrándose en magníficos análisis de la geopolítica, la historia, la cultura, sin dejar de lado el humor. Mientras, las horas demoraban una despedida temporal con algunos pocillos de café o vasos con coca cola.
Mientras transcurrían los años de la primera década del 2000 de nuevo los temas académicos las unieron: asumir la dirección de ese rezagado intento de concluir el doctorado de aquella que, casi una década antes, había llamado a su teléfono. Ahora era ella quien proponía acompañar esa etapa. Porque la vida está atravesada por emociones, se precipitaron ausencias personales y su presencia fue esencial para concluir el proceso.
En los años siguientes se reiteraron diálogos telefónicos y encuentros presenciales, siempre plenos de afectos, aprendizajes ante su claridad y rigurosidad científica, acompañada con su sentido crítico. La pandemia venía demorando retornar a los encuentros y la promesa de hacerlos en cuanto la situación sanitaria lo permitiese, era la promesa que quedaba.
Un domingo de mayo de 2021 sorprendió la noticia de su partida. Se sucedieron rápidamente las despedidas de muchxs. No sólo el ámbito académico perdía a una intelectual fundamental, también la política despedía a quien había prestigiado el Congreso Nacional con su participación.
Ese alguien que en 1997 había llamado a un teléfono, cuyo número guardaba en su memoria, tomó conciencia que ya no valía continuar recordándolo, ni tampoco su inconfundible voz abriría la puerta en el departamento capitalino. Se agolparon recuerdos, palabras y las lágrimas que, sin pudor, nublaron los ojos.
Generosidad y afecto seguirán estando presentes en tu recuerdo, querida Alcira.
De aquella que en 1997 llamó a tu teléfono, solamente: ¡¡Gracias!!
Graciela Castro
Editora Responsable
KAIROS, revista de temas sociales
Villa Mercedes, junio 2021